miércoles, 29 de junio de 2011

El cuerpo de la angustia* - Cuarta Parte

*Por Daniel Aksman (AP- EOL)

El loco y la gallina

Podemos tomar la fábula del loco que creía ser un grano de maíz. Su psiquiatra le da el alta cuando el loco asume que no es un grano de maíz. Pero al salir a la calle y al toparse con una gallina sale espantado con un ataque de angustia y retorna al psiquiátrico. Al verlo a su psiquiatra y luego de narrarle que se topó con una gallina, éste le recuerda que ya está curado, que él ya sabe que no es un grano de maíz. Entonces el loco le responde “Pero ella, ¿lo sabrá?”
Podría responder en la vía del amor, por medio de la cual el sujeto vuelve a introducirse en la dimensión del engaño, mientras que la angustia no engaña. En la vía del amor, que es mediador, el sujeto intentará capturar esa mirada de la gallina por medio de artificios, por medio de semblantes. El amor apunta a ese objeto valioso desde donde se mira, ese punto del Ideal que quiere alcanzar para velar la falta, ese lugar donde se juega su ser. El amor apunta al ser pero solo alcanza semblantes.
El obsesivo intentará controlar esa mirada, o inflará su yo como para hacerse el gallo, pero en su cortejo sólo girará alrededor de la gallina, satisfaciendo su demanda, para seguir gozando de su ser de maíz.
La histérica en cambio, jugará su ser en ese grano de maíz, dejándose embuchar de vez en cuando, para posteriormente quejarse por su ser perdido y victimizarse, denunciando porque nadie aloja su exclusión o su exilio.   
En tanto el perverso dirá “adelante, soy tu grano de maíz!” Sabrá hacer de grano de maíz, o de choclo reluciente,  ilusionando a la gallina para manipularla, para producir el goce buscado y así sostener su propia ilusión.
Por el contrario la angustia no engaña porque es la falta de representación misma la que se presenta en el campo del sujeto, que no entiende qué le pasa, “es lo que no se deja significantizar…el resto real. Este resto real es el goce en la medida en que no se deja capturar por el significante."[1]
A partir de su indagación sobre “la angustia”[2] Lacan produce un viraje porque él concebía el proceso analítico como la reducción del goce a un funcionamiento del orden significante.
Pero a partir de la angustia el objeto comienza a tener otro estatuto. Eric Laurent[3] observó que ese goce oscuro que se presenta en la experiencia como algo que no llega a representarse, como algo que no tiene forma, es un objeto que no llega a inscribirse en el cuerpo y que se presenta como fuera del cuerpo, que no viene a inscribirse en el cuerpo sino más bien que ese cuerpo se presenta en su dimensión Real, como un objeto Real. Y es precisamente el experimento de los dos espejos que Lacan realiza el que permite mostrar el funcionamiento de ese cuerpo Real.


[1] Miller J.A. La angustia lacaniana. Paidós. p.74
[2] Lacan Jacques. La Angustia. Sem 10. Paidos
[3] Eric Laurent. Curso“Los tiempos de la angustia” 2004. UBA (inedito)

(Artículo publicado parcialmente en el "Aperiódico Psicoanalítico")

miércoles, 22 de junio de 2011

El cuerpo de la angustia* - Tercera Parte


*Por Daniel Aksman (AP- EOL)

En la angustia el sujeto sabe que hay algo Real en juego, que no sabe que es, pero que le da la certeza de que eso está allí, aunque no tenga representación. Si uno no tiene respuesta de por qué se angustia, poco a poco se angustia más y cae en estado de pánico, y eso es lo que trae la gente a analizarse.
Lacan mostró que la angustia en la experiencia analítica es lo que no engaña,  y por lo tanto es aquello que escapa a la dimensión significante, un resto inasimilable, que llamó “objeto a”. La angustia no se deja atrapar por el significante y  por lo tanto es la vía de acceso a ese “objeto a”. Llega incluso a validar la angustia de nacimiento como prototipo de angustia. El desamparo más radical, allí donde falta toda orientación significante.
La angustia no engaña, porque ella permite introducir la pregunta por el deseo del Otro. Siempre que hay angustia es porque el deseo del Otro está presente, pero el sujeto no sabe que quiere el Otro de él. Esto angustia porque la presencia del deseo del Otro se anticipa a la pregunta posible. Falta la falta. Es la respuesta misma a la pregunta por la causa, por el ¿porqué? y en ese sentido implica una respuesta de lo Real que indica la presencia de la pregunta misma, aún informulada.
Lo cual muestra que la angustia no es sin objeto porque la presencia del Otro aparece como causa. Ubicar esa pregunta por el deseo posibilitará la interpretación y la puesta en forma del síntoma.
Puesta en forma del síntoma, equivale a un acotamiento del volumen de la angustia.

(Artículo parcialmente publicado en el "Aperiódico Psicoanalítico")

miércoles, 15 de junio de 2011

El cuerpo de la angustia* - Segunda Parte

*Por Daniel Aksman (AP- EOL)

Síntoma y angustia.

El método analítico supone un saber para cada uno,  introduciendo así la dimensión del sujeto. Pero también y frente a la objetivación anónima del sujeto, opone la dimensión del objeto singular, que llamamos "objeto a”, en la que ese sujeto puede encontrar su verdadero nombre. Toda conexión posible de causa y efecto depende de entender que  la angustia y el síntoma no son deficitarios sino respuestas con función especifica.
En su trabajo “desangustiar”[1], Eric Laurent plantea que en medicina se trata de hacer desaparecer el síntoma. Y la angustia es tomada como un síntoma que hay que hacer desaparecer también.
En cambio en el psicoanálisis no se trata de la eliminación de los síntomas a priori, sino que estos se curan por añadidura  una vez que ha sido establecida su función y la economía de goce que encierran. Más allá de que siempre queda un resto con el cual el sujeto tendrá que saber hacer.
Laurent se pregunta si no habría que desangustiar al analizante, pregunta que separa de entrada al psicoanálisis y al tratamiento médico.
El psicoanálisis es ante todo, una experiencia que introduce al sujeto en su articulación con el inconsciente, donde lo que dice y hace, a diferencia de cualquier experimento objetivo cuantificable, es sometido a la interpretación y al acto analítico, que permitirá instalar la transferencia.
Entonces, como lo señala J.A.Miller[2],  no se trata de desangustiar al sujeto, no se trata de curar la angustia, sino de atravesarla  en la experiencia analítica.
En cambio la clínica del psicofármaco es la aplicación de una química de substancias donde se intenta aliviar en forma pasajera o duradera, la emergencia de la angustia, incluso hasta hacerla desaparecer, obturando de ese modo cualquier pregunta por el deseo. Lacan decía que las píldoras que nos dan pueden calmar nuestro estado de pánico pero no responde al sufrimiento de no entender por qué.


[1] “Desangustiar” Eric Laurent.  Mental N° 13.  2003
[2]  J.A.Miller. “La angustia lacaniana” Paidos. 2008

 (Artículo parcialmente publicado en el "Aperiódico Psicoanalítico")

miércoles, 8 de junio de 2011

El cuerpo de la angustia* - Primera Parte

*Por Daniel Aksman (AP- EOL)


La época actual nos ubica en un contexto donde, en el campo de las  neurociencias y las ciencias cognitivas, el problema de la angustia es revisado siguiendo la política de desconectar al sujeto del lenguaje. Es decir que desaparece todo relato posible por parte del sujeto acerca de la causa de ese malestar. 
Por otro lado, el inconciente freudiano tiene en la actualidad una traducción en el lenguaje de las neurociencias. Es lo que intentan establecer  los partidarios del psicoanálisis cognitivo siguiendo las posturas de Eric Kandel.
Tanto la práctica del DSM como de las TCC forcluyen al sujeto de la experiencia, pero observamos también la paradoja de que es el mismo sujeto quien se autoexcluye de la experiencia de la angustia, haciéndose eco del lenguaje de moda. La pasión por encasillarse en una clase,  nos indica la presencia de una responsabilidad que le cabe al propio sujeto al no querer saber nada de aquello que le causa malestar o sufrimiento.
Por supuesto que esto no ocurre en todos los casos pero la clínica nos  obliga a actualizar los modos de presentación de la angustia y también del síntoma.
Una primera aproximación al contexto muestra el surgimiento de una nueva semántica que impone clases y nombres a  los individuos que se acercan a la consulta por algún sufrimiento. Se medicaliza la vida misma.
Por otro lado, asistimos a la reducción de la angustia a un trastorno, a un disfuncionamiento que requiere ser tratado,  movimiento acompañado de un imperativo voraz de protocolos y cuantificaciones, haciendo desaparecer el síntoma a pesar de su retorno.
Pero una tercera cuestión justifica la indagación del tema de la angustia: es la propia angustia del analista ante el horror del real con el que trata, que  lo lleva a dimitir de su deseo del analista: me refiero a aquellos analistas que buscan  la sede y la verificación científica de sus conceptos en el sistema de las neurociencias. Se trata de  la tentación de retroceder frente a la angustia y dejar caer el psicoanálisis.
Por nuestra parte no aceptamos reducir la angustia a un sentimiento o emoción más, o a un puro funcionamiento neuronal, no aceptamos perder la especificidad de la angustia, que funciona como una brújula en nuestra clínica, y que funciona como la señal de que hay un Real en juego en la realidad del sujeto, un Real al cual se puede responder de manera auténtica. La angustia es el correlato de la relación a lo Real que tiene nuestra especie por el hecho de ser hablantes. 
(Artículo parcialmente publicado en el "Aperiódico Psicoanalítico")

Nota editorial: Las Instituciones de Salud Mental hoy en la Argentina

Obsoletos o no, eficaces o iatrogénicos, autoritarios o democráticos, inclusivos o como confinamiento... ya desde mucho tiempo se debate sobre las instituciones llamadas neuropsiquiátricas y su reforma.
En la Argentina tres de las Instituciones de Enfermos Mentales porteñas se encuentran en situación crítica. Desde este lugar no vamos a hablar de situaciones edilicias, presupuestos o leyes. Tampoco se trata de salir a defender incondicionalmente el encierro sistemático de todo aquel que califique como "loco".
Queremos dejar hablar a los pacientes, que son, los que, en su mundo ya precario, afrontan estas situaciones con un costo subjetivo altísimo. En este sentido se trata de lo que se escucha decir a las personas que viven ahí, en uno de esos tres neuropsiquiátricos. Les dejamos, entonces, algunos testimonios de pacientes, cuya salud mental es de la que hablamos cuando implementamos, con tantas idas y venidas, nuestras políticas públicas en salud mental. Se trata de voces diferentes, heterogéneas que no se deberían ignorar: "Bañarse con agua fría hace bien. Yo me voy a portar bien y no van a poder cerrar el hospital.", nos dice uno de ellos castañeteando los dientes. Otro nos explica: “La comida viene fría. Creo que la traen de afuera. Por eso no se puede repetir. Es que no hay gas, ya hace como 15 días... .” “Yo por ahora vengo zafando. Ni loco me baño con agua fría! Con el frío que está haciendo?!”, nos susurra pícaro un paciente para que no lo escuchen los demás.Otro comparte sus últimas observaciones diciendo con cierta preocupación: “Están cerrando muchos servicios. Los que tienen obra social los derivan a clínicas privadas. Los que no, los están mandando a provincia. No sé!” Por otra parte uno nos comenta: "La cosa está fulera.... Pero bueno. Yo vivo acá. Ojo! Hay que saber manejarse acá adentro, pero allá afuera están todos locos!" Si bien ellos no tienen voto, sí tienen voz. Es que “Los locos no siempre son locos... .” En épocas de incertidumbre, ellos, como dice uno de los pacientes del video, nos explican: "Yo no puedo hacer el trámite porque soy enfermo mental."
A. O.

Notas relacionadas: "Profesionales del Borda reclamaron por falta de gas" y "Borda: un mes sin gas"en "Gadgets de actualidad".

miércoles, 1 de junio de 2011

Lo singular en el síntoma: un principio clínico.* - Sexta parte

*por Samuel Basz - Docente del Instituto Clínico de Buenos Aires y del Instituto Oscar Masotta. (Artículo publicado en el “Aperiódico Psiconalítico”)

 
Lo que se verifica como resultado en el fin se eleva, en la clínica, a la dignidad de un principio.

El sujeto que está en cuestión en el análisis no toma su singularidad por su indiferencia respecto a una propiedad común (a un concepto, por ejemplo: ser neurótico, perverso, psicótico), sino que toma su singularidad en su ser de goce.
Con ello la singularidad se libera del falso dilema que obliga a elegir entre la particularidad del individuo y la inteligibilidad del universal.
Pues en el psicoanálisis, en tanto se trata de lo textual como enunciación, lo que se escucha se hace lectura de un texto que no es ni el universal ni el individual  en cuanto comprendido en una serie, sino la singularidad del síntoma cualquiera sea como modo de gozar del  inconciente.
Es en esto, en la marca de lo singular, que el cualquiera del que se trata aquí no quiere decir que no importa cual sea el síntoma; sino que sea cual sea, importa.
 En esta singularidad cualquiera, el ser como ser de goce esta recobrado fuera de su tener ésta o aquella propiedad, que identifique su pertenencia a éste o aquel conjunto,( los neuróticos, los psicóticos, los perversos);  el ser retomado en el síntoma no lo es respecto de otra clase (tal o cual de los discursos), ni lo es respecto de la ausencia genérica de toda pertenencia (fuera de discurso); sino que el ser retomado en el síntoma lo es respecto de su ser cualquiera como ser del lenguaje.
El sujeto formado en psicoanálisis es esencialmente un sujeto que consiente al síntoma cualquiera sea como resultado de su propio análisis y por eso está preparado para ubicarse como objeto. Consentir al síntoma  como resultado de su análisis es entender la identificación al síntoma como una nueva posición subjetiva, en este caso una posición subjetiva propia del fin de análisis. Se puede ver la diferencia con la otra posición subjetiva, la del analizante, que es la de la creencia. En este caso la creencia en el síntoma como significación necesaria  a venir. El procedimiento del pase es la invención de Lacan que permite explorar el alcance  de este cambio subjetivo en relación al síntoma. Es decir el pasaje de la creencia en el síntoma a la certeza propia de la identificación al síntoma.
La identificación al síntoma entendida como posición subjetiva predispone a situar, más radicalmente a provocar la contingencia: el que está concernido por la formación analítica  sabrá hacer  precisamente donde el sufrimiento del sujeto quiere hacerse escuchar.
Es propio de su acto provocar una doble operación por la que, al tiempo que se liberan del sujeto los significantes por los que se encarnan sus desgracias del ser, se efectúa un sentido que le concierne, es decir  se deposita un saber en disyunción del significante amo.
Por eso puede actuar limando el sentido repetidamente necesario del síntoma y abrir las condiciones de su posible consentimiento al sinsentido radical del goce que encierra.
La caracterización diferencial del síntoma en la perspectiva del diagnóstico -terreno de lo universal y lo particular- no tiene porqué impedir la distinción con lo singular del síntoma resultado del análisis. Se podrá advertir que este último está íntimamente implicado en la noción de Sinthome, aunque el Sinthome no se refiere necesariamente a un resultado del análisis.
Siguiendo esta lógica se ve bien porqué es lo singular el rasgo  que se demuestra en el síntoma producto de la cura. Pero también que lo singular es  lo específico a verificar de todo síntoma del parletre. Se entiende así como algo que se obtiene en el fin de la cura justifica su deslizamiento moebiano a la condición de principio clínico. Principio que como tal orienta desde el comienzo de la cura el tratamiento analítico del síntoma.

Referencias:
(1)  Sigmund Freud, Obras completas, TomoXX, Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p.225
(2)  Jacques-Alain Miller, Bref  5 del 2-10-96.
(3)  Jacques Lacan, en “Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los Escritos”. Uno por Uno  N° 42, editorial Eolia, Buenos Aires 1995. Pág.:14.
(4)  Jacques-Alain Miller, Bref  6 del 9-10-96.
(5)  Jacques Lacan, en “Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los Escritos”. Uno por Uno  N° 42, editorial Eolia, Buenos Aires 1995. Pág.:15.
(6)  Idem anterior, pág.:12.
(7)  Idem anterior, pág.:12.
(*) En la revista “La Cause freudienne” N° 26, en el artículo de J-A Miller “L´ homologue de Malaga”, podrá seguirse un desarrollo muy esclarecedor respecto del alcance del no-todo “lacaniano” en términos de indecidible.