miércoles, 25 de mayo de 2011

Lo singular en el síntoma: un principio clínico.* - Quinta parte

*por Samuel Basz - Docente del Instituto Clínico de Buenos Aires y del Instituto Oscar Masotta. (Artículo publicado en el “Aperiódico Psiconalítico”)

 
Una comunidad epistémica referida a la clínica.

El valor del diagnóstico diferencial, sin embargo, persiste en el psicoanálisis. Entre nosotros, por ejemplo, se han hecho encuentros internacionales sobre histeria y obsesión, y  sobre las psicosis, que han permitido esclarecer el estatuto del síntoma, del deseo, de la constelación fantasmática, de las atribuciones al Otro, y de las exploraciones y maniobras que “ Y que de ahí se dé testimonio de un real que por no tener mejor fundamento, sea transmisible por la fuga a la cual responde todo discurso” (4).
Pero ¿qué real?, el único propio del inconciente, el que se implica en la fórmula “no hay relación sexual”. Es decir que lo imposible demostrado por la contingencia es lo imposible de la relación sexual demostrada por la contingencia de las relaciones sexuales, de los encuentros, porque “entre los seres que, sexuados, lo son (aunque el sexo no se inscriba sino por la no razón) hay encuentros” (5).
Y este real es transmitido por la fuga del discurso, no por la escritura, no por medio de las formalizaciones, sino por la fuga…, ese real es transmitido no por lo que no se mueve, no por lo que no cambia de sitio, sí por la fuga…
“ Pues bien, planteo que las experiencias de los análisis no podrían sumarse. Freud lo dijo antes que yo: todo en un análisis ha de ser recogido –donde se ve que el analista no puede salirse de esa dependencia-, ha de ser recogido como si nada hubiera quedado establecido en ninguna parte. Esto quiere decir , ni más ni menos, que la fuga del tonel siempre ha de ser abierta de nuevo” (6).
Este no todo que supone la fuga del discurso no debe ser confundido con el no todo de la la acompañan en las estructuras clínicas clásicas; eso pone a prueba al conjunto de la teoría, exige su fundamentación, define, en el sentido de que precisa, un eje teórico; da las bases mínimas para una comunidad epistémica en refererencia a la clínica; forma parte de los instrumentos necesarios para avanzar hacia una teoría unificada del campo freudiano.
El diagnóstico diferencial es freudiano, lo retoma Lacan, y si se puede concebir su atravesamieto, su más allá, hay que precisar en principio que la condición es admitirlo como fundante: sin Bejahung de lo particular en el diagnóstico diferencial no hay más allá del diagnóstico diferencial. Si se debe ir más allá del diagnóstico diferencial  es a condición de saber servirse de él.
La noción de diagnóstico diferencial presupone la de estructuras clínicas, es decir que se admite de principio que cada estructura tiene límites inherentes a su estatuto en tanto tal; límites propios, límites internos. Los límites entre distintas estructuras, los límites diferenciales serían en todo caso secundarios a esta determinación primaria.
Estas consideraciones ya implican un desplazamiento de la topografía del límite hacia una topología del límite: el límite, como el espacio interior de un toro, adquiere su valor por lo que esta adentro y afuera a la vez (no es el caso topográfico de la frontera que delimita dos áreas en un mismo plano). Del mismo modo como el límite del cuerpo es más el borde libidinal del espacio enterológico que la superficie dermatológica.
 Admitiendo una epistemología basada en la clínica psicoanalítica podemos decir que el diagnóstico diferencial es -para nosotros- el modo de ordenar las repeticiones que se justifican por las formas de exploración, por parte del sujeto, del Otro goce.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Lo singular en el síntoma: un principio clínico.* - Cuarta parte


*por Samuel Basz - Docente del Instituto Clínico de Buenos Aires y del Instituto Oscar Masotta. (Artículo publicado en el “Aperiódico Psiconalítico”)

Lo que hay que demostrar es que el inconciente da testimonio de un real que le es propio; distinto del real propio de la ciencia que es lo real del número  del que el lenguaje es vehículo para elaborar la ciencia. Y lo real propio del psicoanálisis esta correlacionado a un tipo de certeza que es el de la demostración y la transmisión.
Tanto en la ciencia como en el psicoanálisis se accede a lo real por lo imposible. “En la ciencia es la lógica quien lo pone en valor”. “En el psicoanálisis también se accede a lo real por lo imposible, pero por un imposible muy singular, que se demuestra por la contingencia y no por la necesidad” (4).
Por lo tanto una demostración diferente: se demuestra lo imposible precisamente allí donde no hay necesidad.
“Y de ahí que se dé testimonio de un real que por no tener mejor fundamento, sea transmisible por la fuga a la cual responde todo discurso”. (5)
Pero, ¿qué real?, el único propio del inconciente, el que se implica en la fórmula “no hay relación sexual”. Es decir que lo imposible demostrado por la contingencia es lo imposible de la relación sexual demostrado por la contingencia de las relaciones sexuales, de los encuentros, porque “entre los seres que sexuados los son(aunque el sexo se inscriba por la no razón) hay encuentros.” (6)
Y en este real es transmitido por la fuga del discurso, no por la escritura, no por medio de las formalizaciones, sino por la fuga..., ese real es transmitido no por lo que no cambia de sitio, sí por la fuga...
“pues bien, planteo que las experiencias de los análisis no podrían sumarse. Freud lo dijo antes que yo: todo en un análisis ha ser recogido –donde se ve que el analista no puede salirse de esa dependencia- , ha de ser recogido como si nada hubiese quedado establecido en ninguna parte. Esto quiere decir , ni más ni menos, que la fuga del tonel siempre ha de ser abierta de nuevo.” (7)
Este no todo que supone la fuga del discurso no debe ser confundido con el no todo de la incompletad, ya que se trata de que no todo es decible (*).

miércoles, 11 de mayo de 2011

Lo singular en el síntoma: un principio clínico.* - Tercera parte

*por Samuel Basz - Docente del Instituto Clínico de Buenos Aires y del Instituto Oscar Masotta. (Artículo publicado en el “Aperiódico Psiconalítico”)

 
La demostración de lo imposible en psicoanálisis pasa por lo singular de la contingencia, y es por esa vía que se define "nuestro real".

Hay que admitir que toda consideración clínica implica que el caso clínico se pone en serie con los paradigmas admitidos en una determinada comunidad epistémica, de modo tal que aspira a representar una variación estructural pertinente. En este sentido no puede escapar a la confrontación con cierta generalización, con algo que está del lado de lo universal, ya que el caso está del lado de lo particular. Particularidad que trataremos de demostrar que en el psicoanálisis solo se obtiene por la vía de lo singular.
Si se trata de ubicar lo singular como variación en la estructura es precisamente porque lo singular del caso no es deducible de la estructura en tanto constituida, en tanto dada. De ahí el valor de lo contingente, de la intuición clínica, incluso del talento enunciativo, y por supuesto de la posición subjetiva que implica una enunciación.
También debemos contar con  el valor inercial del saber supuesto y admitir que es consustancial al estatuto epistemológico del psicoanálisis. Miller nos recuerda que la marca de los ideales de la ciencia en el psicoanálisis no impide que el común de la actividad se despliegue en un marco en que tienen su lugar “ el valor de la experiencia”, la “función de la prestancia, incluso de la suficiencia”, el “gusto de la aproximación”, el “culto de la experiencia casual adquirida”, etc. Todo el peso de la práctica analítica lo empuja en esa dirección, por eso “parte de la formación pasa por el control”, “ es decir por el estudio caso por caso: se aprende por ejemplos, cada ejemplo es diferente de otro”, uno se encuentra con una especie de “formación razonada de la intuición”(2).
La clínica parece ser una buena solución a este impasse propio del psicoanálisis como saber, por eso tiene importancia examinar las condiciones que intervienen en lo que se produce en un análisis para que no se trate de una singularidad sin valor científico alguno, sino, por el contrario para que tenga una dimensión paradigmática.
Lo que pertenece a una clínica de antes del discurso analítico, organizada a partir de los tipos de síntoma, se compadece bien de la observación clasificatoria y de la mostración propedéutica. Pero lo específicamente analítico, incluso la luz que el discurso analítico aporta con seguridad a esa clínica exige la certeza, pues sólo ella puede transmitirse porque se demuestra.
Y esto indica de que real se trata.
Lacan concluye la “Introducción a la edición alemana de los Escritos” con una frase que da cuenta del carácter propio de nuestra demostración de lo imposible, y de cómo se transmite la certeza que se obtiene de esa demostración.
“ ¿Cómo no considerar que la contingencia –o lo que cesa de no escribirse-, no sea el lugar a través del cual la imposibilidad –o lo que no cesa de no escribirse- se demuestra?” ¿Pero que hay que demostrar que sea propiamente analítico?. Lo que hay que demostrar no es “el único punto mediante el cual al discurso analítico le toca entroncar con la ciencia”, es decir “lo que es el sentido a partir del cual la lingüística fundó su objeto aislándolo”, esto es el “significante” (3).

miércoles, 4 de mayo de 2011

Lo singular en el síntoma: un principio clínico.* - Segunda parte

*por Samuel Basz - Docente del Instituto Clínico de Buenos Aires y del Instituto Oscar Masotta. (Artículo publicado en el “Aperiódico Psiconalítico”)

 Freud o la clínica como teorema.  
Pero es muy notable lo que ocurre cuando el psicoanálisis despliega su propia lógica sobre el clásico agrupamiento de síntomas típicos con fines de diagnóstico, pronóstico y tratamiento o con fines solamente propedéuticos ( esto es como enseñanza preparatoria para el estudio y ejercicio del psicoanálisis como disciplina). Se pasa de una clínica de lo descriptivo a una clínica de lo demostrativo: los casos freudianos inauguran desde el comienzo - aún antes de los historiales - esta radical transformación en el carácter de la diagnosis. Es decir la diagnosis es ante todo demostrativa de la radicalidad del inconciente freudiano.
A punto tal que uno tiene la evidencia de que es desde la cura que se aporta al saber constituido de la diagnosis, que la clínica es instituyente del tipo que define el diagnóstico. Y que al revés, lo que aporta el diagnóstico a la cura, una vez que ésta despliega su eficacia en el caso por caso, está limitado a lo preliminar: el paciente, en tanto analizante, se inscribe siempre en el Discurso de la Histérica.
 Es muy diferente al modus operandi de la medicina, que deduce a partir del diagnóstico el tratamiento que corresponde,  haciéndolo además en sus pormenores cada vez más estandarizados - ese es su ideal - por el progreso del saber científico.