miércoles, 30 de diciembre de 2009

Anorexia, angustia y duelo* - Segunda parte

               * por Graciela Sobral (Madrid)

Relación anorexia-duelo
La pérdida de un ser querido también debemos pensarla en relación al fantasma, al lugar que ocupaba el objeto perdido en el fantasma del sujeto. El duelo es el trabajo de elaboración de dicha pérdida. También en el seminario La Angustia, Lacan nos da una indicación que resulta muy útil en este punto porque especifica que sólo hay duelo por la pérdida de un objeto que nos concierne en cuanto a nuestra propia falta; dice literalmente: “sólo estamos en duelo de alguien de quien podemos decirnos yo era su falta”.


Frente a la pérdida, igual que en la angustia, hay algo del sostén fantasmático que tambalea. No se trata tanto de lo que el objeto era para nosotros como de lo que nosotros éramos para él en el sentido de la castración: qué clase de objeto (a, falo) éramos para el otro, qué lugar nos daba y hemos perdido. No nos falta tanto el otro como nosotros mismos. ¿Qué seremos, ahora, sin el otro? Ésa es la clave del duelo.


Frente a la pérdida, la anoréxica realiza la misma operación que hemos descrito en relación a la angustia: no toma nota de la pérdida y por lo tanto no hace el duelo porque sustituye el objeto -tanto el objeto perdido como su lugar en relación a la falta del Otro- por la vía de la manipulación del objeto. Restituye el objeto y no se confronta con la falta, con el hecho de que ella ya no le falta al Otro, sino con el vacío, que no es para nada lo mismo.

(Artículo publicado en el "Aperiódico psicoanalítico")

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Anorexia, duelo, angustia* - Primera parte

*  por Graciela Sobral ( Madrid )

La anorexia-bulimia tiene como telón de fondo, normalmente, un problema vinculado al encuentro o desencuentro con la sexualidad, pero el desencadenamiento no siempre está relacionado directamente con esta cuestión. Observamos que, en numerosos casos, éste se produce frente a la dificultad para elaborar el duelo por la pérdida de un objeto. Es decir, ante la pérdida de un ser querido, el sujeto hace un síntoma anoréxico en lugar del duelo.
Esta cuestión nos ha llevado a preguntarnos por la relación entre anorexia y duelo, pregunta a la que intentaremos responder pasando por la angustia.



Anorexia y angustia: ¿Por qué las anoréxicas no se angustian?


Es frecuente que el sujeto histérico padezca angustia, pero no es así en el sujeto anoréxico, aunque sea histérico. El Seminario X, La Angustia, nos da una clave para intentar esclarecer la relación de la anorexia con la angustia y también con el duelo.

Jacques Lacan señala la aparición de la angustia frente a dos situaciones aparentemente opuestas, que vamos a referir exclusivamente al terreno de las neurosis:


1- hay angustia cuando falta la falta

2- hay angustia ante la inminencia del deseo del Otro


1- cuando falta la falta


Es el caso paradigmático en la anorexia: la “madre de la papilla asfixiante” que no transmite la falta y pone en juego un deseo devorador, donde el sujeto es tomado como objeto y fijado a una posición de goce que adolece de la falta. Ésta permitiría al sujeto orientarse en relación al deseo. Frente a este Otro, la anorexia es una maniobra para introducir un vacío que da lugar a un falso deseo.



2- ante la inminencia del deseo del Otro


En el encuentro con el deseo del Otro, cuando el deseo se aproxima al goce, el sujeto es reclamado como objeto, en tanto causa el deseo. Si el sujeto puede desprenderse de un objeto, si puede perder algo de su propio cuerpo y ponerlo en juego como objeto causa, podrá utilizarlo como mediación entre él y el Otro, separándose. Si no, se identificará él mismo al objeto, ya no causa, sino objeto resto, desecho, y ofrecerá al Otro su propia desaparición.



Estas dos situaciones, aparentemente opuestas, tienen sin embargo algo muy importante en común: en ambas no hay lugar para el sujeto, o el sujeto está en riesgo. Frente a estas dos coyunturas puede surgir la angustia. Pero la anoréxica tiene la posibilidad de evitarla a partir del recurso que le brinda un objeto muy particular: el objeto nada.

En el caso del estrago materno, la maniobra con el “objeto nada” permite horadar y poner a distancia al Otro devorador, es decir, crear artificialmente la falta que falta para conseguir un espacio que dé lugar a la aparición del deseo, a partir de la falsa premisa que iguala falta y vacío.

En relación al deseo del Otro, puede cederlo como un objeto que hace las veces de objeto separador, si bien no funciona como causa de deseo.

La angustia se produce frente a la emergencia de un real que desestabiliza el fantasma. Cuando el fantasma tambalea, el sujeto pierde el suelo que lo sostiene y la realidad misma queda en cuestión. En la anorexia, frente a esta situación, el sujeto manipula el objeto y realiza una sustitución sintomática que le permite reconstruir la realidad desde la perspectiva anoréxica. Así como podemos decir que el rechazo de la anoréxica abre la vía a un pseudodeseo, diremos que la anorexia misma funciona como un fantasma porque restablece la posición del sujeto con su objeto. Pero este “pseudofantasma” es frágil porque no se trata ni del objeto causa ni del objeto velado del fantasma. El sujeto pone en juego el objeto simbólico “nada”, con el que intenta producir un vacío real, al servicio de restablecer el equilibrio en riesgo.

( Artículo publicado en el "Aperiódico psiconanalítico" )

miércoles, 16 de diciembre de 2009

De la anoréxia al síntoma * - Última parte

   *Por Verónica Carbone
                                Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana
                                AP de la Escuela de la Orientación Lacaniana


                                                          De la anorexia al síntoma.


Esos sujetos que comen nada, que ponen muchas veces en riego su vida. Aquellos con los cuales muchas veces se debe intervenir indicando una internación. Esos sujetos llamados anoréxicos son una vertiente, un producto que propone el consenso social, llevando la subjetividad a una posición de objeto.


Eso quiere decir algo, otra cosa y se puede ir revelando. El analista está allí para recibirlo, acoger su palabra, sabiendo que hay que partir de un imposible de acceder que llamamos real.


La diferencia de abordaje del síntoma anoréxico de un sujeto y su relación con el cuerpo hace que las consecuencias sean opuestas, y algunas veces no verificables en el tiempo.


En la viñeta presentada nos hubiéramos centrado en la anorexia como tal, si poseyéramos una técnica del trastorno con base biológica. Preguntando por la comida, indicando métodos de alimentación que permitieran re-encausar adaptativamente la relación alimentaria normal.


¿Podríamos llamar a este modo de tratamiento, una anorexia mental? Chatura del pensamiento en relación con el nada que tiene el sujeto anoréxico. Siendo en un caso el terapeuta el que se ubica como aquel que puede suturar esa nada y volver a hacer armónica la relación del sujeto con el medio.


Para la orientación lacaniana la anorexia es un síntoma. Es la significación que le ha dado un sujeto a los significantes que le vienen del Otro y que lo han determinado en su ser. Es la relación con la que Lacan llamó lalengua esa que es solamente singular, de cada uno. Lo que permitirá tratar esa nada como un objeto al cual ese sujeto se relaciona de diferentes maneras, tratando de obturar el vacío estructural de la vida humana.


Podemos decir con J.A. Miller que el síntoma es acontecimiento del cuerpo. Esta paciente pudo ir historizando su vida. Darle diferentes sentidos que a lo largo de un análisis irán cayendo para acceder a un saber sobre sí que no será con el que vino, pero sí construido por ella y que dará cuenta de la utilidad de un análisis en la vida de alguien que quiere padecer menos.


La anorexia es vulgarmente la falta anormal de comer. Para el psicoanálisis es la relación de un sujeto que pone en juego un goce mortífero, sin piedad, en bullicioso silencio y obscena imagen de un cuerpo muchas veces cadavérico.

(Este artículo fue publicado en el " Aperiódico Psicoanalítico ".)

miércoles, 9 de diciembre de 2009

De la anorexia al síntoma - Segunda Parte

por Verónica Carbone*        
                    *AP de la Escuela de la Orientación Lacaniana
                      Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana



Viñeta

Una joven consulta a pedido de su madre. Extremadamente delgada, en las primeras entrevistas relata que está desorientada, no sabe qué hacer con su vida. Menciona como al pasar una pareja que tuvo y que compartía el rasgo de ser diferentes, dice: “Íbamos contra el caretaje social de nuestros viejos”

La desconfianza era lo que caracterizaba las entrevistas. Desconfianza a la que no se le dio importancia pues sabemos con Freud que “ella cuenta apenas frente a las resistencias internas que mantiene anclada la neurosis (…) su desconfianza no es más que un síntoma entre los otros que él tiene.”

Es así como llega un día y a modo de confesión comenta que es anoréxica. Ante la pregunta sobre qué es para ella ser anoréxica, dice: “Ser anoréxica es no comer y hace 3 años que lo soy.”

Señala su identificación a un significante uno y a un saber que no se pregunta por más. El sujeto anoréxico desconfía de la palabra del Otro pero se somete a los significantes “epidemia” que le permiten, frágil pero consistentemente, darse un ser en común con otros.

Se le pregunta: “¿Cuándo es que comenzó a comer nada”?, pregunta equívoca que hace surgir un recuerdo angustioso que se refiere a los últimos años de colegio. Eran los tiempos en que libraba una feroz pelea con la madre.

La acusaba de exigente, de querer las formas para los hijos, y ella trataba de ser excepcionalmente distinta. Iba contra las reglas, entre las que se contaban las alimenticias. Así adelgazó 15 kilos. Y desde hace 3 años mantiene ese peso conservado con dietas, caminatas y olvidos por la comida -no tiene necesidad. Todo esto es dicho con mucho enojo.

Se abrían dos posibilidades de abordar lo que le pasaba a esta joven. Una era por el lado del trastorno alimentario y su posibilidad de corregirlo. Otro modo era preguntar qué hacía que ella quedara tenazmente aferrada a una privación de alimentos, escondida bajo una falsa “no necesidad”, privación que se dirigía al Otro materno.

La pelea con la madre va cediendo a medida que accede a un secreto familiar. Su madre es hija adoptada, los padres genéticos desaparecieron, y son de una condición social baja.

La relación madre-hija se modifica: de un saber que se desarrollaba en lo académico (las dos excelentes estudiantes y profesional la madre), certero, excepcional y que ponía en juego la rivalidad entre ambas, se desliza a un saber supuesto enigmático sobre lo que le pasa.

El ideal de delgadez que mostraba a su madre escondía la problemática de la castración imaginaria, la posición fálica, cuestiones que se interpretaron como el rechazo al cuerpo femenino.

Comienza a hablar en su tratamiento de la relación con aquel novio que tuvo en la época de la crisis que hace que comience con el síntoma anoréxico. Marca lo andrógino de los cuerpos de los dos, la relación del muchacho con la droga, las características “lumpen” que le atraen de él que relaciona a su condición social. Surge la angustia, la que propicia el camino a lo real en juego y que se anuda entre su relación a la femineidad, el cuerpo y el amor.

(Artículo publicado en el  "Aperiódico psicoanalítico" )

miércoles, 2 de diciembre de 2009

De la anorexia al síntoma - Primera parte

por Verónica Carbone*.
                      *AP de la Escuela de la Orientación Lacaniana
                        Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana


Tanto la bulimia como la anorexia surgen en la década del 90 como nuevos síntomas. Lo de “nuevo” puede ser una trampa que a través de una retórica esconda en algunos casos un interés económico, de grupos, político, etcétera. Es así como aparece “lo nuevo” de y en la ciencia.


La ciencia a la que me refiero es la biología; ésta comanda el discurso contemporáneo con toda la ausencia de certeza que sí tiene la física. La biología nos sume en un mundo de probabilidades, trastornos. Hecho este que adquiere toda la relevancia pues anula la pregunta por la causa, que implica no un trastorno sino un síntoma.


El psicoanálisis aborda de otra manera la anorexia y la bulimia. Los llamados trastornos de alimentación pasan a ser un síntoma que dice algo más, otra cosa que el paciente ignora y padece.


El abordaje biológico se concreta a partir de la efectividad técnica que suele reducirse a una alteración genética, enzimática, proteica, etcétera. Posible de resolver mediante técnicas conductuales, fármacos pertinentes y “otras soluciones listas para usar”.


El psicoanálisis aborda el síntoma por la palabra. Es el lenguaje, la lalengua la que nos da el rasgo singular humano a cada uno.


Más allá de lo biológico nos interesamos en qué quiere decir eso que le acaece al paciente. La historización de su pathos.


Cuando se aborda la cuestión por el lado del síntoma, éste implica algo paradójico e imposible de capturar por la palabra y que llamamos goce. Lacan señala a lo largo de su seminario 20 que para que haya goce es necesario un cuerpo. Cuerpo que se distingue del organismo biológico, que aparece desconectado del significante.


Es en los síntomas de anorexia y bulimia que podemos verificar la relación disruptiva del sujeto con su cuerpo. Cuerpo que se halla afectado por el pensamiento y atravesado por el significante que lo imaginariza y lo simboliza. A su vez, en estos síntomas se ve lo que lo “realiza”, lo que escapa a la palabra.

(Artículo publicado en "Aperiódico psicoanalítico")