miércoles, 27 de enero de 2010

Entrevista a Massimo Recalcati* - Segunda Parte

     
*Massimo Recalcati reside en Italia.
  Director Científico del “Istituto di Ricerca di Psicoanalisi” (IRPA)
  Fundador de “Jonas: Centro de investigación de nuevos síntomas”
  Docente CEPUSPP (Centre Einseignement Postgradue en Psychiatrie et Psychotherapie) de Lausana


 ¿Qué es la clínica del vacío? ¿Cómo se articula la clínica del vacío con la clínica psicoanalítica?

La expresión “clínica del vacío” ha sido propuesta para definir en primer término una metamorfosis que ha investido al sujeto llamado post-moderno. Se trata de esa metamorfosis que tiende a reducir la dimensión subjetiva de la falta en ser y la del deseo, en la de un vacío, ya sin ningún lazo con el deseo. Por lo tanto debemos distinguir el propio vacío de la clínica del vacío, de la falta producida por el corte significante. La reducción de la falta a vacío comporta en primer término un efecto de falso dominio. La falta trasformada en vacío ofrece la ilusión de que el vacío se puede llenar, como ocurre en la bulimia o en otras formas de dependencia patológicas adictivas, o como ocurre con la anorexia, donde la ilusión es que ese vacío puede osificarse, volverse pleno y centro de gravedad –y de goce– del sujeto.
En segundo lugar, con la expresión “clínica del vacío” hemos querido definir una clínica que ya no puede ser pensada a través de la centralidad del binomio represión-retorno de lo reprimido –al que hace referencia la noción freudiana de síntoma–, sino que exige colocar en su centro el binomio angustia-defensa. Este cambio supone una cierta decadencia de la experiencia subjetiva del deseo frente a la emergencia, en lo social, del goce que se presenta siempre más imbricado con la actividad de la pulsión de muerte. El binomio angustia-defensa se orienta a entender el debilitamiento, la decadencia contemporánea del síntoma; la anorexia-bulimia, así como las estrategias pulsionales, al suprimir el lazo con el Otro y su inevitable inestabilidad, conducen exclusivamente a enfatizar un goce alternativo al sexual. Pero conducen también a encuadrar esos fenómenos psicopatológicos allí donde ya no se halla en el centro la ruptura del lazo social o la desviación de la norma, sino una adhesión excesiva. La clínica del vacío es en este sentido también una clínica de la falsa adaptación, del disfraz, del yo (moi), de la normalidad o, como diría Bollas, de la personalidad “normótica”  que, a diferencia de los cuadros clásicos de la psicosis, no rompen con la realidad cotidiana, sino que rompen el lazo con su deseo, alienándose en identificaciones sociales rígidas. Se trata de ese campo clínico que Lacan, en la Cuestión preliminar, llamó “psicosis sociales”, en las que no prevalece la ruptura con el “buen orden” sino su asimilación a-crítica. Es este el vértice teórico de lo que estudiamos en Italia, colaborando con el Ministerio de  las Políticas Juveniles: el poder del ícono social del cuerpo flaco en la difusión epidémica de la anorexia entre las mujeres jóvenes.
En síntesis: la “clínica del vacío” no es solo una clínica de la des-inserción (débranchement), para retomar un término propuesto por Miller, sino también una clínica de la adhesión excesiva a los semblantes sociales. Esto significa que en el uso que hacemos de esta categoría, no utilizamos la experiencia del vacío como indicio de una estructura determinada de la personalidad, como sí ocurre para Kernberg, quien considera el aspecto del “vacío crónico” o del “vacío difundido” como un rasgo específico de la personalidad border-line. La perspectiva de la “clínica del vacío” no supone la existencia de una personalidad border-line, sino que es ella misma la que se coloca como una clínica border-line. En este sentido adviene la centralidad del binomio angustia-defensa, puesto que ya no se coloca en su centro al sujeto del deseo, y se problematiza la discontinuidad del diagnóstico diferencial. De hecho, no es evidente si en los sujetos que se presentan a raíz de los llamados nuevos síntomas se halla en juego una clínica de la forclusión, por lo tanto reconducible a la clínica de la psicosis, o una clínica de la represión, reconducible a la clínica de la neurosis. Forclusión y represión solo raramente se manifiestan con fuerza de evidencia. Se trata entonces de considerar la dificultad del sujeto para ubicarse en el psicoanálisis en una relación de deseo con el Otro sin saber si esta dificultad es un indicio de una ausencia forclusiva del Nombre del Padre o de una dificultad del sujeto de vitalizar fálicamente su existencia. En este sentido la clínica del vacío es una clínica suspendida, border-line, radicalmente bajo transferencia, porque será solo la relación analítica la que va a orientar el diagnostico diferencial.


(Entrevista publicada en el "Aperiódico Psicoanalítico")

miércoles, 20 de enero de 2010

Entrevista a Massimo Recalcati * - Primera parte



*Massimo Recalcati reside en Italia.
  Director Científico del “Istituto di Ricerca di Psicoanalisi” (IRPA)
  Fundador de “Jonas: Centro de investigación de nuevos síntomas”
  Docente CEPUSPP (Centre Einseignement Postgradue en Psychiatrie et
  Psychotherapie) de Lausana



 ¿Cómo definiría la anorexia y la bulimia en la contemporaneidad?


Uno de los rasgos fundamentales de la contemporaneidad consiste en un debilitamiento generalizado del lazo con el Otro. El sujeto contemporáneo aparece, en este sentido, como desprendido del Otro, a la deriva. Como muchos han señalado, la potencia simbólica del gran Otro se ha debilitado irreversiblemente, y el nuestro es un tiempo, como decía Adorno en Minima Moralia, del goce monádico, es decir de una exasperación del individuo que excluye la dimensión trans-individual del sujeto. Siguiendo a Lacan, debemos de hecho distinguir entre individuo y sujeto. Ante todo porque el sujeto se encuentra estructuralmente dividido en cuanto a lo que implica, en lo más íntimo suyo, la presencia del Otro (del deseo y de la alteridad con la que está constituido) y por lo tanto no es del todo asimilable al individuo que, por el contrario, ya desde su etimología significa un ente “sin división”. El goce de la monada es, en este sentido, una alternativa a la experiencia subjetiva del deseo como apertura hacia el Otro. En nuestros tiempos, la hegemonía del discurso del capitalista sostiene una nueva ilusión respecto al de la religión y de la razón positivista. Sostiene la ilusión del objeto del deseo como encarnado en el objeto de goce, es decir la ilusión de que es posible, por medio del consumo del objeto de goce, curar las heridas que inflige la realidad humana, y que la vuelve estructuralmente precaria y faltante.


La producción electrizada de la pirotecnia de los objetos-gadgets envuelve al sujeto híper-moderno en una atmósfera de manías colectivas. El lazo, la relación con el Otro y la dimensión del intercambio erótico-amoroso que esto implica cede lugar a la relación unilateral con la serie ilimitada de partners-inhumanos. La anorexia y la bulimia son dos declinaciones ejemplares de esta sustitución y de esta nueva (y post-humana) versión del lazo social. Para la anoréxica, el partner fundamental se vuelve su propia imagen idealizada. El mundo se reduce a la superficie lisa y aséptica del espejo. Su pasión es una pasión de consistencia: lograr ser idéntica a su imagen ideal. Su empresa es un dominio: gobernar el cuerpo, ejercitar un dominio de la voluntad sobre su apetito haciendo en realidad de esta voluntad el lugar superyoico de un goce pulsional. Eso que los Kestemberg han definido precisamente como el “vértigo de la dominación”, que perturba la posición pulsional del cuerpo regulado de la castración simbólica e impone la renuncia a un estilo de vida, a una forma invertida, post-humana, de dandismo. Y sin embargo sabemos que la prolongación de la abstinencia genera a su vez un fenómeno incontrolable del cuerpo, el de la producción de endorfinas que invisten al sujeto de una corriente de excitación.


Por el contrario, en el caso de la bulímica asistimos a la actividad pura de la pulsión, y no a su interdicción fanática, llevada a un primer plano: aquí no cuenta el objeto que se come sino solo la propia actividad de comer. Esta compulsión a comer todo constituye el punto de máxima convergencia de la bulimia con el nuevo imperativo social que regula el programa -los objetivos- de la Cultura: lo que cuenta no es qué objeto se consume sino la propia actividad de consumo, el “consumo del consumo”, como ha dicho Baudrillard. Es este el otro aspecto del súper-yo contemporáneo. Si el higienismo fundamentalista de la anorexia lleva a una exasperación pulsional de la voluntad kantiana, la devoración bulímica exalta la función sádica del goce como nueva forma del súper-yo social.

miércoles, 13 de enero de 2010

Anorexia, angustia y duelo* - Última parte

*por Graciela Sobral (Madrid)


Algunas conclusiones

 
La estructura subjetiva, es decir, la coordinación del falo y el objeto a, la construcción del fantasma y la organización del deseo ponen freno a la pulsión de muerte, civilizándola. No obstante, la pulsión se manifiesta en la conducta del sujeto, a través del acto.


En nuestro caso, que tomamos como ejemplo de un desencadenamiento anoréxico a partir de una pérdida y que nos permite mostrar la relación entre anorexia y duelo, vemos que Marta es consciente de la falta que podría dolerle, pero no experimenta ese dolor. Como afirma sabiamente Freud en su Fenomenología de las dificultades del proceso de duelo, en Duelo y Melancolía, en este caso ella sabe que ha perdido un objeto pero no sabe lo que ha perdido subjetivamente con él. Si bien, en nuestro caso, no se trata de una melancolía como en el ejemplo freudiano. Marta hace un síntoma anoréxico que la sostiene hasta que éste se torna bulimia. Podemos observar que cumple la función de mantener oculto para ella lo que ha perdido con él. Todavía no sabemos en qué circunstancias se da el paso a bulimia, pero sí sabemos que ésta la desespera, es decir, la angustia. Marta intenta controlar todo en su vida y no soporta el descontrol del atracón. En lugar de la purgación, habitual en los casos de bulimia, toma un frasco de pastillas. No se trata de vaciarse, como una pérdida de goce, sino de un paso al acto para desaparecer de la escena que la angustia ¿Qué podemos decir de este paso al acto? De entrada podemos decir que pone de manifiesto algo que la anorexia mantenía oculto. Si la anorexia funciona como un fantasma, la bulimia constituye un movimiento que rompe el equilibrio fantasmático porque introduce un empuje pulsional que lo desborda. Si Marta hubiera continuado con el síntoma anoréxico seguramente este paso al acto no se hubiera producido. Frente a la desaparición de su abuelo debía surgir la pregunta tanto por su falta (¿Cómo vivir sin él?) como por el lugar de ella sin el sostén del abuelo (¿Dónde vivir sin la falta del Otro para alojarse? ¿Qué o quién es ella ahora, cuando ya no le falta al Otro?). Como hemos dicho, en lugar de las preguntas propias para iniciar el trabajo del duelo, surge el síntoma anoréxico. Cuando éste vira a bulimia y el atracón la angustia, no soporta la angustia y hace un paso al acto. De la relación de amor con el abuelo que la sostenía en un lugar de privilegio (i (a)), pasa a ser un objeto caído (a) en tanto que ha perdido el lugar que ocupaba en el Otro. Esto desvela un aspecto universal de la relación del sujeto con el objeto a, normalmente velado por (i(a)): el sujeto identifica su ser al objeto caduco, resto de la operación significante, que Lacan nombra con los términos tomados del caso de la joven homosexual de Freud, niederkomen lassen, el sujeto identificado al objeto que se deja caer.


En el caso de Marta, la dificultad para hacer el duelo la hizo pasar del sostén provisional de la anorexia (pseudofantasma) a devenir un objeto resto, caído del Otro. Como es frecuente en estos casos, el curso de las entrevistas ha llevado la cuestión a su dificultad con el amor en la relación con los chicos, según la lógica histérica y con las marcas provenientes del estrago.

(Artículo publicado en el " Aperiódico Psicoanalítico ")

miércoles, 6 de enero de 2010

Anorexia, duelo, angustia* - Tercera parte

* por Graciela Sobral (Madrid)


Ejemplo clínico


Para ilustrar este desarrollo voy a comentar las coordenadas de un caso que he recibido recientemente y del que ignoro aún algunos elementos analíticos fundamentales. No obstante, lo traigo como ejemplo porque reúne varios de los aspectos que he querido articular: angustia, duelo y fantasma en relación con la anorexia-bulimia.


Los padres se dirigen a mí, con una gran urgencia subjetiva: Marta es una joven de 18 años que tomó un frasco de pastillas, en un intento de suicidio. La ingresaron en el hospital para hacerle un lavado de estómago. El intento autolítico lo hizo después de un atracón, desesperada por no poder evitar los atracones (sin embargo, la impronta oral se mantiene en el intento de suicidio mismo). Hace dos años comenzó a padecer una anorexia que fue virando a bulimia, pero dice no tener problemas, salvo la bulimia misma. Sólo sabe que hace dos años su abuelo materno, personaje muy querido para ella, enfermó y, a los pocos meses, murió. Vivió con sus padres en la casa de sus abuelos hasta que pudieron comprarse una casa propia, cuando ella tenía 9 años. De su madre, que tiene una relación difícil con su propia madre, no recuerda nada hasta los 10 u 11 años, porque trabajaba mucho y no estaba nunca. (La relación con la madre es un punto esencial que debe ser interrogado en el trabajo analítico. Así, por ejemplo, le hice observar en su momento que esta falta de recuerdos no podía obedecer al poco tiempo que la madre estaba en casa con ella en razón de su trabajo, sino que respondía al trabajo de la represión, ligado seguramente a lo difícil de la relación con la madre). Sí recuerda a su padre, con el que salía los fines de semana y a su abuelo, que la llevaba al colegio y le daba la merienda. Interrogada por su dolor y por el de su madre frente a la muerte del abuelo dice que ella no quiso darse cuenta, ni cuando enfermó ni cuando murió; y que su madre se hizo la fuerte para no causar más dolor ni a su propia madre, ni a su marido, ni a su hija. Se trata de una ausencia de duelo, duplicada en este caso por la madre, que tampoco lo hace y no muestra la falta que supondría estar en duelo.


(Artículo publicado en "Aperiódico Psiconanalítico")