miércoles, 8 de junio de 2011

El cuerpo de la angustia* - Primera Parte

*Por Daniel Aksman (AP- EOL)


La época actual nos ubica en un contexto donde, en el campo de las  neurociencias y las ciencias cognitivas, el problema de la angustia es revisado siguiendo la política de desconectar al sujeto del lenguaje. Es decir que desaparece todo relato posible por parte del sujeto acerca de la causa de ese malestar. 
Por otro lado, el inconciente freudiano tiene en la actualidad una traducción en el lenguaje de las neurociencias. Es lo que intentan establecer  los partidarios del psicoanálisis cognitivo siguiendo las posturas de Eric Kandel.
Tanto la práctica del DSM como de las TCC forcluyen al sujeto de la experiencia, pero observamos también la paradoja de que es el mismo sujeto quien se autoexcluye de la experiencia de la angustia, haciéndose eco del lenguaje de moda. La pasión por encasillarse en una clase,  nos indica la presencia de una responsabilidad que le cabe al propio sujeto al no querer saber nada de aquello que le causa malestar o sufrimiento.
Por supuesto que esto no ocurre en todos los casos pero la clínica nos  obliga a actualizar los modos de presentación de la angustia y también del síntoma.
Una primera aproximación al contexto muestra el surgimiento de una nueva semántica que impone clases y nombres a  los individuos que se acercan a la consulta por algún sufrimiento. Se medicaliza la vida misma.
Por otro lado, asistimos a la reducción de la angustia a un trastorno, a un disfuncionamiento que requiere ser tratado,  movimiento acompañado de un imperativo voraz de protocolos y cuantificaciones, haciendo desaparecer el síntoma a pesar de su retorno.
Pero una tercera cuestión justifica la indagación del tema de la angustia: es la propia angustia del analista ante el horror del real con el que trata, que  lo lleva a dimitir de su deseo del analista: me refiero a aquellos analistas que buscan  la sede y la verificación científica de sus conceptos en el sistema de las neurociencias. Se trata de  la tentación de retroceder frente a la angustia y dejar caer el psicoanálisis.
Por nuestra parte no aceptamos reducir la angustia a un sentimiento o emoción más, o a un puro funcionamiento neuronal, no aceptamos perder la especificidad de la angustia, que funciona como una brújula en nuestra clínica, y que funciona como la señal de que hay un Real en juego en la realidad del sujeto, un Real al cual se puede responder de manera auténtica. La angustia es el correlato de la relación a lo Real que tiene nuestra especie por el hecho de ser hablantes. 
(Artículo parcialmente publicado en el "Aperiódico Psicoanalítico")

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