miércoles, 17 de febrero de 2010

"BELLE de JOUR" * - Última entrega

* por Olga G. de Molina (Miembro de la AMP)


Cuerpo y Nombre Propio



Es a partir de la escritura de Joyce, de su singularidad, que Lacan desarrolla en su seminario El Sinthome la peculiar relación del escritor con su cuerpo, “como una cáscara”, dice, para señalar “el abandonar”, “dejar caer la relación con el propio cuerpo”, en ocasión de la famosa paliza de sus compañeros.
No obstante no hay una referencia particular al goce, a pesar de una relación posible al goce sexual masoquista, aclara Lacan, señalando especialmente una reacción de asco que “concierne a su propio cuerpo”, desprendiéndose como una cáscara.
El testimonio de Joyce alcanza, por su diferencia, a dar cuenta de la imagen confusa que tenemos de nuestro cuerpo, imagen que implica afectos -“hay algo psíquico que se afecta”(6)- y que en el caso de Joyce “sólo hay algo que no pide más que irse”.
La anorexia, la verdadera, tiene algo de joyceana: “cuerpo como una cáscara que se deja caer,” se deja ir tras la imagen de un cuerpo soñado, inalcanzable por definición pero pensado como posible en el narcisismo más tenaz.


La histeria, en cambio, se disfraza de anorexia pero cuenta con el marco para construir su retrato, se sostiene del borde, no se inclina al riesgo de caer por el agujero como Alicia porque juega al cuento, pero no lo cree.
La histeria cuenta con su división, por la que puede ser Belle de Jour y por la noche soñar el espectáculo de la mirada del otro sobre su cuerpo en busca de la incógnita de su propia delgadez.
De esa escena extrae su goce, su rasgo peculiar de goce tras la mascarada de “comer nada”.
En la histeria la división del sujeto concierne a un doble rechazo, rechazo en el cuerpo y del cuerpo. “El sujeto rechaza el cuerpo en su cuerpo”(7), rechazo que se manifiesta en el efecto de asco. El efecto de asco que previamente señaláramos en Joyce aquí se presenta como goce del rechazo, puesta en escena de un fantasma que en tanto rechaza el cuerpo del otro lo convoca a la mirada con la que arma su escena de seducción. Vacuidad de la histeria que invita e interpela al S1 mientras torna inasible el objeto.
En Joyce, en cambio, la reacción de asco es a su propio cuerpo, al que deja caer cual bolsa vacía.
La verdadera anorexia se presenta al estilo Joyce: dejar caer el cuerpo, “irse de allí”, es un rechazo al ser, siendo; una monotonía del estar, estando.
Se trata de pensar la diferencia entre el cuerpo lacaniano y el cuerpo aristotélico. Para Aristóteles, el cuerpo es el modelo del uno, es allí el individuo, un uno solo.
El cuerpo lacaniano sugiere que el cuerpo podría ser el modelo, “el origen imaginario”(8) el uno que es el conjunto vacío, que existe como bolsa de piel, cuerpo continente, solo imaginable por la consistencia que tiene por ser envase, denotando que el ser es el goce del cuerpo como tal.
Lacan reconoce en el S1 inicial la marca, la inscripción del rasgo unario que asegura el orden simbólico como tal, instalando en el hablante el significante que es signo de un sujeto. Es por el significante que ese goce del cuerpo, que es goce de la vida, cede su lugar de privilegio a los objetos de los que el cuerpo del hablante goza.
En la relación con el cuerpo hay pertenencia, hay una relación con el amor propio, con el propio cuerpo. El nombre propio, intraducible, concebido como límite del sentido, nombra la relación del sujeto con el cuerpo. La nominación hace aparecer un vacío de descripción agujereando la dimensión del sentido y enganchándolo a la vez, logrando indicar así “el lugar del goce y el de la defensa del sujeto frente al goce”.(9)
En la anorexia, un sujeto anónimo habita un cuerpo a la espera de un nombre propio que lo diferencie del nombre común con el que es nombrado por su patología.
Espera de lo singular de su modo del enfermar, lo más propio a su síntoma que no es el del cuerpo adelgazado, sino el de un sujeto extraviado en una imagen de sí que lo simbólico no llegó a nombrar.
Mientras, en el epígrafe, el poeta canta a la que espera ser recobrada del olvido; en la anorexia, la flor, como en el ego de Joyce, aún necesita escribirse.

Referencias bibliográficas


1) Miller, J. A., El Hueso de un análisis, Buenos Aires, Tres Haches, 1998, p. 77
2) Freud, S., “Enamoramiento e Hipnosis”, en Psicología de las Masas”, Obras Completas, Tomo 1, Madrid, Biblioteca nueva, 1968.
3) Lacan, J., “La escritura del Ego”, Cap. X del Seminario El Sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 147
4) Lacan, J., Anexo “Joyce, el Síntoma”, en Seminario El Sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 165
5) Lacan, J., “Las cinco formas del objeto a”, en Seminario La Angustia, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 231
6) Lacan, J, “La escritura del Ego”, en Seminario El Sinthome, Buenos Aires Paidós, 2006, p. 147
7) Miller, J. A., “Apólogo”, en Biología Lacaniana y Acontecimiento del cuerpo, Buenos Aires, Edigraf, Colección Diva, 2002, p. 68
8) Lacan, J., “La pista de Joyce”, Cap. 4 en Seminario El Sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 64
9) Miller, J. A., El Lugar y el Lazo, Seminario inédito, Clase 7-3-01.



( Artículo publicado en el "Aperiódico Psicoanalítico" )

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