miércoles, 7 de diciembre de 2011

La respuesta a un discurso de violencia* - Cuarta Parte

*Por Adela Fryd (Miembro de la EOL – AME)
Artículo publicado en el “Aperiódico Psicoanalítico”

En cambio, es fuerte el contraste que se escucha en la violencia de los niños cuando no hay ningún semblante del Otro que funcione o ninguna ley que se enuncie. Y es precisamente esto lo que se escucha en los denominados “síntomas de la época”. Nos referiremos a niños en su exhibición tiránica, niños que se ubican desde muy pequeños haciendo oídos sordos y solamente dirigidos por lo que ellos deciden. Es posible encontrarnos en la práctica analítica con niños que son más amos que sus padres, niños que se ubican con una paridad asombrosa frente a cualquier adulto que intente hacer reconocer su autoridad. Desde muy temprano se puede registrar en la escuela la intolerancia por parte de los maestros sobre el actuar de estos niños, que no escuchan, que se escapan y que responden cuando quieren.
Es ciertamente notable que estos niños cuenten, muy tempranamente, con la posibilidad de usar un lenguaje plagado de agudezas. No dejan de sorprender al analista y a sus padres por su discurso hábil, lleno de matices, lo cual, precisamente, los torna insobornables.
Se trata de sujetos que ya desde los tres años hacen lo que quieren; al parecer no responden a nadie, sólo les importa lo que ellos dicen y hablan cuando quieren. Y cuando hablan son muy atractivos, tienen la virtud de haber armado un sujeto tocado por el significante.
Son niños que pretenden querer ser reconocidos por el Otro desde la creencia de que eligen ser lo que deciden. Y ser los niños “solos” que hacen lo que quieren. Así marchan y no hay nadie, aparentemente, que los pueda parar. Pero necesitan el reconocimiento, no sólo del Otro, sino de los otros que lo rodean.
Jacques-Alain Miller lo formula de una manera muy precisa. Asegura cómo de repente toman un significante y hacen de éste un comandamiento, pretendiendo todo el tiempo ser autentificados en eso que exponen, incluso en lo injustificable.
Podríamos decir que ese tomame como soy porque yo soy así que se escucha con tanta frecuencia en adultos, resulta sorprendente cuando se trata de niños.

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