miércoles, 21 de diciembre de 2011

La respuesta a un discurso de violencia* - Sexta Parte

*Por Adela Fryd (Miembro de la EOL – AME)
Artículo publicado en el “Aperiódico Psicoanalítico”

El niño nace en un vacío, en un lugar donde el Otro lo espera o no. Casi siempre vemos, cuando nos traen al niño a una consulta, que un otro lo alojó de alguna manera. Es ese encuentro lo que le va a plantear la entrada en un discurso parental. Le va a poner palabras a ese goce sin palabras, a eso que perdió al nacer y que nunca va a reencontrar. A ese encuentro, Lacan lo va a llamar “el niño traumatizado”, traumatizado por su goce, por sus satisfacciones, traumatizado por ese encuentro que no se sabe cómo va a recibir o escuchar. Existe un ejemplo importante en la clínica, que relata Lacan en el Seminario XI: “Ví con mis propios ojos el mutismo de un niño que no había sido escuchado en su voz en el momento oportuno”.[1] Lacan nombra la mirada, para poder decir que vio con sus propios ojos a un niño que no había sido escuchado precozmente, y en el momento su voz no había sido escuchada. Frente a este acontecimiento el niño entra en un mutismo total. Él no responde con su voz, porque no le respondieron a su voz.
Cuando ningún Otro regula, lo que aparece es un comandamiento, que resulta muy común en esta época, que impone el gozar. Lo vemos, por ejemplo, con las drogas; muchos chicos se sienten interpelados a probar ciertas drogas, o incluso a exhibir su capacidad de ser violentos. Se sienten obligados a mostrar frente a los otros la violencia. Éric Laurent lo plantea como una antinomia entre el goce narcisista y la disposición al Otro. Ubica a estos niños en una tiranía narcisista -como lo llamaba Lacan- donde lo que se produce es la tiranía de todos o el tormento del yo.[2]
Ante estas destituciones tan tempranas del Otro, aparece entonces como respuesta un empuje a la impulsión. El cuerpo propio del niño con su violencia aparece como un Otro. Si el niño rechaza tomar los significantes del Otro, podrá llegar a optar por una falsa separación en forma de una verdadera fuga por el lado motriz. Así es como las satisfacciones se presentan más directamente al sujeto a través de gadgets (como por ejemplo la Playstation, la Wii y los juegos de computadora). El gadget es prácticamente una práctica autista, condensa una satisfacción autoerótica, porque claramente no pasa por el Otro. Son niños que no pueden acceder a los productos de un discurso, como cuentos, historietas o montajes de ficción con muñecos. La satisfacción está tan ligada a los objetos que lo que muestran los gadgets es cómo “el objeto tiene más valor que el ideal.”[3]


[1] Jaques Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires: Paidós, 1987.
[2] Éric Laurent, “La tiranía narcisista”, en Uno por uno, n° 39, 1994.
[3] Éric Laurent y Jacques-Alain Miller, El Otro que no existe y sus comités de ética, Buenos Aires: Paidós, 2005.

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