miércoles, 27 de abril de 2011

Lo singular en el síntoma: un principio clínico.* - Primera parte

*por Samuel Basz - Docente del Instituto Clínico de Buenos Aires y del Instituto Oscar Masotta. (Artículo publicado en el “Aperiódico Psiconalítico”)

Los avances clínicos y teóricos de la orientación lacaniana, así como las consecuencias del pase - su principal apuesta política-, al iluminar el estatuto del síntoma en el fin del análisis, no sólo permiten precisar su estructura general, sino que instituyen un principio clínico. Ese principio, que rige desde el comienzo todo tratamiento, puede enunciarse así: La modalidad de lo singular, propia del síntoma analítico, define la cura  y constituye uno de sus rasgos diferenciales.

 Énfasis estructuralista y oscurecimiento de lo singular del Síntoma

En la parte final del curso del 7 de Marzo de 2001,  J.A. Miller se ocupa de distinguir lo singular de lo particular y lo universal.
Esta distinción, de vastas consecuencias en el psicoanálisis es ilustrada por Miller en relación a la clínica de la sexuación, pero su lógica arroja luz sobre otras cuestiones donde ese trípode es pertinente. Una de ellas es la  del estatuto del síntoma, desde su relación original con el  diagnóstico diferencial, a su lugar central en la teoría del fin de análisis.
El énfasis que la sensibilidad estructuralista puso en la determinación de las estructuras clínicas arrinconó al síntoma en la dialéctica de lo universal y lo particular, oscureciendo el valor de lo singular que le concierne a favor de las exigencias lógicas propias del diagnóstico diferencial.
Trataremos de subrayar como, a partir de Freud, se define el carácter específicamente psicoanalítico del diagnóstico en relación con los síntomas, y como se pueden considerar sus posibles transformaciones  en el curso de un análisis.
En un texto de 1926, conocido entre nosotros por dos títulos distintos según el traductor -"Análisis profano", para López Ballesteros; "¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?", para Etcheverry  -  Freud plantea el valor del diagnóstico diferencial desde el punto de vista de la lógica de la semiología médica. Se parte de un diagnóstico presuntivo, luego se elaboran las relaciones sindrómicas posibles en el diagnóstico diferencial y por fin se arriba al diagnóstico propiamente dicho, con todas sus consecuencias de pronóstico y de indicaciones terapéuticas.
Dice Freud:" En primer lugar, está el problema del diagnóstico. Cuando se toma bajo tratamiento analítico a un enfermo  que padece de las llamadas "perturbaciones neuróticas", se querrá tener antes la certeza -en la medida que es alcanzable- de que es apto para esa terapia y se lo puede ayudar por ese camino. Ahora bien, solo es así cuando tiene efectivamente una neurosis." (1)
El interlocutor de Freud, en este diálogo imaginario, le dice que el supondría que se lo "discierne con precisión por los fenómenos, los síntomas de que se queja."
A lo que Freud contesta: "Es justamente el lugar en que surge una nueva complicación. No siempre se lo discierne con certeza plena. El enfermo puede exhibir el cuadro externo de una neurosis, y sin embargo tratarse de otra cosa: el comienzo de una enfermedad mental incurable, los pródromos de un proceso destructivo del encéfalo. El distingo - diagnóstico diferencial - no siempre es fácil ni puede hacerse de primera intención en cada fase." "El caso... puede llevar por largo tiempo su sello inofensivo, hasta que por fin saque a relucir su naturaleza maligna".
Como vemos, se trata no solo de orientarse convenientemente en la cura, sino de asegurar su pertinencia al dispositivo analítico en tanto método terapéutico de elección para las neurosis (se deduce que no lo es para una "enfermedad mental incurable", ni, obviamente para una que implicara un "proceso destructivo" del cerebro).

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