miércoles, 20 de abril de 2011

EL CASO DE LOS EMBRIONES CRIO-PRESERVADOS* - Segunda Parte



*Por Vera Gorali 


Esperaba la ocasión de intervenir, según Jacques Alain Miller, desde la posición del analista que parte de la noción de que lo real es contingente. En una sesión se presenta visiblemente angustiada: venía de su visita anual al instituto donde se había realizado la fertilización de los embriones. Relata entonces por primera vez que desde que le habían practicado la transferencia que diera lugar a su embarazo, el resto de los embriones crío-preservados habían quedado allí, en custodia. Hasta entonces, de esto hacían ya siete años, la cuestión se limitaba al pago de una cuota anual de mantenimiento. Pero se había cumplido el plazo máximo de conservación según la normativa de dicho establecimiento  y se veía enfrentada a determinar  el destino de los embriones.  
Al consultar al exmarido y genitor, recibió por respuesta que los donara. La idea de tener hijos anónimos en el mundo le resultaba insoportable. Pero tampoco podía destruirlos sin más.
Cualquier opción era imposible. Mientras se debatía en estos pensamientos angustiosos repitió una frase que solía emplear y a la que hasta entonces no le había dado valor significante: “Necesito un envión”, dijo. “Necesito un embrión”, afirmé. “No me entendiste. Dije que necesito un empujón  para resolverlo ya.”, repitió ella. “Necesito un embrión”, repetí .
La angustia fue cediendo pero el estado de “congelamiento” en que ella se refugiaba como una suerte de inhibición del acto frente a lo indecidible, persistió un tiempo más. Sin embargo y poco después, vino con la noticia de que una amiga arquitecta le había comprado un par de esculturas que le quedaban para el lobby del edificio que estaba terminando. Hasta ese momento no había podido separarse de dichas esculturas pues, según decía, era como vender un hijo. “Un escultura no es una criatura!” exclamé.
Logró venderlas y poco después le encargaron una obra de gran tamaño para el jardín de otro edificio en construcción.
Poco a poco fue modificando la economía de goce,  fijado en la conservación estática para realizar un por ahora mínimo intercambio.

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