* por Edit Tendlarz (publicado en el Aperiódico Psicoanalítico)
miércoles, 23 de marzo de 2011
Violencia y literatura: Entrevista a Jorge Santiago Perednik * - Segunda parte
* por Edit Tendlarz (publicado en el Aperiódico Psicoanalítico)
−¿De qué manera la literatura se compromete, por así decirlo, en reflejar el mundo en el que vivimos? ¿Es que acaso hay alguna posibilidad de hacerlo?
−La mayor parte de la literatura se dedica a eso, a reflejar el mundo en el que vive, a ser un reflejo. Incluso a veces llama a ese reflejo “compromiso”. A mí me interesa otra cosa, un poco más compleja. Para dar vuelta el chiste, más que la literatura comprometida me gusta la literatura soltera, que sería la que en primera instancia no asume compromisos más que con la literatura misma, apunte o no a temas sociales. A esto en la antigüedad griega lo llamaban virtud. La virtud de la literatura consiste en un hacer antes que nada literario. En cuanto a reflejar la realidad, si es anoticiar sobre lo que pasa, hay otro discurso cuya función y virtud es ésa, el periodismo. La literatura, al dedicarse a esa tarea, hace del periodismo su modelo, tal vez cautivada por la masividad de sus lectores; hubo tiempos en que las cosas eran al revés, cuando los periodistas admiraban e imitaban a los escritores. Hay otro caso notable, digno de estudio: el de una literatura que se anticipa a lo que sucede y describe cosas, hechos o situaciones que tardarán años en ocurrir; me acuerdo ahora de La naranja mecánica como un ejemplo preanunciador de la violencia plus: muchos episodios de la novela relatan lo que décadas más tarde aparece cotidianamente en los diarios. En estos casos la realidad copió a la literatura, “la naturaleza imitó al arte”. Lo que permite por el absurdo un segundo chiste de extrema seriedad: hablar o exigir, en vez de una literatura comprometida con la realidad, una realidad comprometida con la literatura. Pedirle a la realidad que lleve su compromiso hasta decidir qué historia literaria elige reflejar y luego emprenda su construcción.
−En este mundo, donde la inseguridad es un imperativo del que no podemos escapar ¿qué posibilidades tienen las distintas disciplinas artísticas para gritar, para llorar, para frenar algo de esto?
−El arte, una realización plástica o musical por ejemplo, tiene todas las posibilidades de expresarse por cualquier vía que la imaginación pueda concebir, pero nunca por ese camino va a frenar la violencia social, porque ése no es su papel. Si en algún caso hace menos virulento lo que pasa en la sociedad, como en mi hipótesis, no es mediante lo que se dice sino por efecto de lo que se hace, por la violencia de las formas, y con resultados que no superan el nivel individual. Para decirlo con Aristóteles, el arte cura, o tiene efectos purgativos, persona por persona; las curas sociales son cosa de otras disciplinas, tal vez en última instancia de la política. Pero el empeño purgativo de la polis sobre las personas suele hacer tales desastres, empujar a la violencia de tal modo, que luego la sociedad necesita ser curada de su cura. Es lo que ocurre en la actualidad, con una violencia plus que sólo se puede explicar como reacción o producto de diversas prácticas políticas, todas negativas porque parten del principio de alienación. Alienan a la persona de toda participación activa en la sociedad que integran. En cuanto a la inseguridad estoy de acuerdo en que es un imperativo, o en otras palabras, que es propia de la realidad humana, e incluso de todo lo vivo. La cultura trata de borrar esto y dar una ilusión de seguridad; lo interesante es impedir que se nos arrebate esta conciencia de inseguridad permanente, pero a la vez vaciarla de un contenido negativo, aprender a no reaccionar ante ella con temor, verla como el espectáculo de lo siempre distinto. Claro que acá se trata de otra cosa: de la inseguridad que provoca ese prójimo en las sombras que aparece en cualquier momento y te manda al hospital o te mata.
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Subjetividad y literatura,
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