miércoles, 16 de noviembre de 2011

La respuesta a un discurso de violencia* - Primera Parte

*Por Adela Fryd (Miembro EOL – AME)

Artículo publicado en el “Aperiódico Psicoanalítico”

Durante los últimos decenios se han constatado acontecimientos que podríamos definir como hechos traumáticos que han caído sobre el sujeto. Podríamos acordar que aquello que llamamos hecho traumático es una irrupción de violencia que cae sobre el sujeto y de la cual el sujeto mismo, en principio, no es responsable.
Podemos así pensar en una época en que el espanto no es sólo posible sino que avasalla formando parte de la vida. En todos estos sucesos, el horror está encarnado en otros. Hay aquí semblantes muy señalizados que marcan diferentes figuras del espanto, de la injusticia. Y allí también vemos al sujeto, a los niños, armando una respuesta desde la violencia.
Pero quisiera poner en relación estas respuestas con los efectos que producen los discursos contemporáneos en los niños que, sin tener ese condimento de horror, de brutalidad y desamparo, cumplen todas las condiciones para provocar la proliferación de lo traumático. No sólo por la violencia, sino por la fragilidad de los sujetos.
Discursos que, sobre todo, no están capacitados para canalizar, para valorizar al ser de cada uno. Pienso, por ejemplo, en los discursos de padres muy narcisistas. Si bien siempre hay por estructura una carencia del Otro[1] donde sostenerse, donde referirse, estos discursos encarnan un Otro que suele tener un despliegue imaginario, ostentoso y de alguna manera inconsistente.


[1] Llamamos “Otro”, con mayúscula, al otro simbólico que preexiste al sujeto.

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