miércoles, 11 de agosto de 2010

¿CÓMO AMAMOS HOY?* - Tercera entrada

Este texto forma parte del libro “¿Todo sobre las drogas?”  (págs.156/164) de Ernesto S. Sinatra, Director de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) Psicoanalista, Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP); co-fundador del TYA (red de Toxicomanía y Alcoholismo) y autor de "Consecuencias del psicoanálisis" (Anáfora, 1991); "¿Por qué los hombres son como son?" (Atuel, 1993); "La racionalidad del psicoanálisis" (Plural, 1996); "Más allá de las drogas" (Plural, 2000);"De los conceptos a los matemas" (Cuad.del ICBA, 2001); "Nosotros, los hombres" (Tres Haches,2003); "Las entrevistas preliminares y la entrada en análisis" (C.ICBA 2004); "Las neurosis -jeroglíficos, blasones, laberintos" (C.ICBA, 2009) y "¿Todo sobre las drogas?" (Grama Ediciones, 2010)


2 - EL AMOR QUÍMICO SE COTIZA EN EL MERCADO


En otra oportunidad1 me referí a las paradojas del consumo y clasifiqué las conductas del consumidor en torno de tres respuestas subjetivas: tontos, cínicos y canallas.


Siguiendo la enseñanza de Jacques Lacan identifiqué a los tontos en su función de individuos de masas, aquellos que creen en el Otro ciegamente, objetos manipulables dispuestos a la medida del mercado. El mercado, promotor de la identificación de los consumidores para formarlos obedientes a sus leyes, consumidores amalgamados previamente por la publicidad para determinar sus comportamientos, programados a la medida del individuo universal ‘globalizado’ a partir del ‘Todos consumidores’: todos iguales, homogéneos, es decir, objetos a ser consumidos por el mercado.


Eric Laurent demostraba recientemente cómo, en la aplicación de una regla, de cualquier regla, se encubre una elección de goce: es decir, que en el intento de regular los comportamientos universalmente (ley, regla, norma o procedimiento) se contrabandea el goce de su aplicación. Una regla nunca dirá el goce que cifra en las condiciones de su aplicación: la gula del super-yo siempre acecha entre líneas.


Por eso la canallada define muy bien tal aplicación de leyes en nombre del mercado (recordemos que Lacan caracteriza al canalla como aquél que, sabiendo de la inexistencia del Otro, se aprovecha y ocupa ese lugar vacío, transformándose él mismo en el Otro del Otro –como si ese Otro realmente existiese, haciéndolo existir por ese ‘simple’ procedimiento de sustitución).


Por el otro lado, quedar fuera de las leyes de la ciudad, tal es el intento de los toxicómanos, quienes pretenden de un modo cínico gozar a partir de la inexistencia del Otro; aunque a menudo esos mismos individuos son re-incorporados en esas mismas redes desde las múltiples ofertas de colectivización del goce (granjas de rehabilitación, centros de asistencia para toxicómanos, redes sanitarias para drogadictos).


En estas coordenadas, ¿qué queda del amor?


Lo que vamos a considerar ahora constituye un tratamiento de lo real del goce que tiene precisas consecuencias sobre la subjetividad al operar en nombre de la ciencia.


Con el empleo de fármacos se intenta, una vez más, hacernos ‘tragar la píldora’2. La originalidad del discurso capitalista hace posible esta torsión del discurso del amo a partir del ‘Todos consumidores’: ciencia y tecnología de punta amalgamados, forcluyen al sujeto en nombre del universal promovido por el mercado.


Desde una neo-disciplina, la neuro-economía (audaz cruce de la neurobiología con la economía) se ha arribado a la invención de un nuevo amor.


Se trata aquí de una nueva promesa de felicidad, producto y combinación de las más sofisticadas técnicas del mercadeo: el amor químico.


Con substancias de la producción industrial combinadas con otras producidas por el organismo, la ciencia intenta hacer posible –suturando la no-relación sexual– lo que se consideraba imposible hasta hace un momento nomás: con el tapón del amor químico se nos ofrece la promesa de una felicidad por vía del mercado.


Pero consideremos más de cerca el alcance de esta intervención del mercado sobre los cuerpos. Nuestra hipótesis de base es que en la época de la inexistencia del Otro se pretende colocar en el lugar vacío del Dios-padre-occidental al Dios químico como causa de lo humano.


Se trata de un nuevo intento de rediseñar lo real del goce a partir de la proliferación de semblantes cientificistas producidos en torno de un programa universal de localización de lo real neuronal, supuesto etiológico del comportamiento humano.


Para nosotros, es claro que no se trata aquí de rechazar el programa de investigación en sí mismo (sería una tontería), sino de designar las precisas consecuencias de aplastamiento subjetivo que se promueven en su aplicación, ya que con el fundamento neuro-biológico del comportamiento se intenta desplazar la función real del acto como eje de la elección subjetiva, promoviendo una ideología del consumo que rechaza la responsabilidad como fundamento ético de la acción humana.

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