martes, 13 de julio de 2010

UNO U OTRO* - Segunda parte

*por J. Ventoso - Artículo publicado en el "Aperiódico Psicoanalítico"




Transferencia salvaje

El acting-out es definido, en la orientación de Lacan, por su dirección hacia el Otro. Muestra aquello que no pudo ser articulado en la palabra; en este sentido, el acting-out es un llamado a la interpretación. Lo cual no implica que ella sea posible, que estén dadas las condiciones favorables; pero en tanto es portador de esa dirección hacia el Otro, puede ser definido como “transferencia salvaje”.
Por otra parte, si bien pone en juego el ser objetal, implica una salida de la elección del "no pienso". No es la identificación masiva y ciega al objeto de goce, como ocurre en el pasaje al acto, sino mostración de la verdad de ese objeto, y tentativa de reintroducirlo en una escena simbólica. En este sentido, es crucial distinguir la vertiente del pasaje al acto, la salida fuera de la escena (incluso en una vertiente suicida), del consumo bajo la modalidad del acting-out, cuando aún tiene posibilidades de ser traducido como un llamado.
Por otra parte, hay en esa mostración un acento cuestionador. Recordemos el ejemplo tomado por Lacan entre los casos de Freud: la joven homosexual, que se dedica a cortejar a una dama de dudosa reputación ante las narices mismas de su padre, despertando su ira, y haciendo que él la lleve a la consulta del analista. La elección de la homosexualidad era para esa muchacha un estandarte que esgrimía contra el padre, demasiado ciego para lo que está en juego en el amor.
El uso de drogas cumple muchas veces un papel similar. Tiene en común con la posición de la joven homosexual el ser una elección de goce que se aparta de la norma-lidad establecida por el Amo. Es la rebelión de la particularidad, contra las imposiciones de lo que debe ser para todos. Pero adquiere además un cariz "cínico": no cree en los semblantes -los ideales, las costumbres, las tradiciones, todos los artificios simbólicos, culturales y sociales que regulan la circulación y la distribución del goce en una comunidad. Vistos desde lo real de la satisfacción pulsional, corporal, son semblants (término francés que sólo muy aproximadamente puede ser traducido como "apariencias"), aunque son inherentes al funcionamiento del discurso, del lazo social.
El toxicómano, en su "cinismo", esgrime lo real del goce como argumento contra esos semblantes. Al modo del protagonista del film Trainspotting, los toma uno por uno: casarse, trabajar, tener hijos, ganar dinero, etcétera, y los interroga: “¿por qué tengo que hacerlo?” No es una posición basada en una crítica ideológica, sino en su goce: sabe que no es necesario hacer todo ese rodeo por el Otro para obtenerlo.
El goce es ante todo goce del Uno; el pasaje por el Otro, por las complicaciones del deseo y el amor, es un circuito secundario, sobreagregado. En esto, el toxicómano se parece al retrato que nos da Freud del alcohólico, quien se preguntaría: “¿por qué reemplazar a la botella por la mujer?” A tal pregunta, quizá sólo el recorrido de un análisis podría responder, pero de una forma invertida: “prefieres la botella porque La mujer no existe...” Es un modo de rechazar la elección de una mujer, que implica atravesar la castración, la inexistencia de una complementariedad ideal de los goces del varón y de la mujer.
El imperativo cínico de nuestros tiempos se articula así: la única verdad es el goce, como goce del Uno, y has de obtenerlo bajo la forma de un objeto del mercado. Si algo ocupa el sitio del Otro universal, es el mercado, cuyo mecanismo es fundamentalmente diferente de otras regulaciones simbólicas. De esa máxima, en el sentido kantiano del término, el toxicómano se hace portavoz. Pero él agrega un matiz, contrario a los designios del Amo moderno: el goce no podría ser capturado totalmente por lo universal del mercado; es preciso introducir una condición de segregación, para buscar eso que escapa, que se sustrae al imperativo del “para todos igual”. Por eso la propuesta de que la droga salga de esa condición segregativa, que su consumo sea legalizado -que se la pueda adquirir en el mercado como un producto más- es una falsa solución, pues permanece dentro de la misma lógica colectiva.

En semejante encrucijada, lo que golpea a los sujetos es la angustia de verse reducidos también ellos a objetos, especialmente cuando no hay coordenadas simbólicas que regulen la inserción en la producción y en el intercambio, incluida la elección del partenaire sexual. De ahí el momento crítico que es la adolescencia. El acting-out suele ser, en estos casos, un modo de mostrar esa verdad del objeto al que se ven reducidos, en tal "odioso cambalache", cuando fracasan los semblantes.

Al mismo tiempo, llaman a la puerta del Otro, encarnado por la familia o por otras instituciones; buscan hacerle falta. Puede ser una oportunidad, y no debemos desperdiciarla. La jugada es hacer lugar a ese llamado a la interpretación; pero no “interpretando” en el sentido vulgar que ha tomado ese término, sino leyéndolo como signo de un sujeto.

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