miércoles, 10 de noviembre de 2010

PERIODISMO Y VERDAD* – Quinta parte

* por Gustavo Dessal. Nacido en la Argentina, reside en Madrid desde 1982, donde ejerce una práctica analítica privada. Es AME de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y coordinador del Nuevo Centro de Estudios de Psicoanálisis del Instituto del Campo Freudiano. Ha publicado más de un centenar de artículos en España, Inglaterra, Francia, Argentina y Brasil.

Vayamos a un ejemplo:
El 1 de abril pasado el suplemento del Financial Times publicó un reportaje titulado “Not tonight, darling, I’m on line” (“Esta noche no, cariño, estoy conectado”) en la que Adrian Turpin investiga las consecuencias que la adicción a la pornografía en internet puede tener para la vida sexual de las parejas reales. Las consecuencias que extrae el autor del artículo son alarmantes. Según sus cálculos, el acceso casi ilimitado de internet a la pornografía produce una dependencia adictiva instantánea equivalente a la del crack, lo que supone una peligrosa disminución de los contactos sexuales reales, con serios riesgos futuros para el mantenimiento de los niveles de natalidad necesarios para la subsistencia de la especie humana. ¿Cómo está construido este reportaje? Por supuesto, al estilo moderno, consistente en utilizar un mecanismo que de entrada conmueva los resortes identificatorios del lector: el relato de una historia individual, en este caso la de Michael, un hombre apesadumbrado y culpable de pasar más tiempo con imágenes de mujeres que con su esposa real. Michael no es presentado como un pervertido, sino todo lo contrario. Es un hombre corriente, como millones de hombres, que ama a su mujer y está preocupado por las consecuencias que sus pecados virtuales puedan tener sobre su matrimonio. La virtud del artículo consiste en elegir como protagonista a alguien que podría ser cualquier hombre, y con el cual todo hombre podría sentir una empatía. El paso siguiente, como es habitual en la mecánica de estos artículos, es la de presentarnos la opinión de psicólogos y psicoterapeutas  asombrosamente experimentados desde hace décadas en esta clase de problemas, y que sacan a relucir cifras y porcentajes que el lector no tiene más remedio que aceptar, si está dispuesto a seguir la lógica del artículo y sus conclusiones. Tampoco faltan los testimonios de las víctimas, en este caso las mujeres, que declaran que sus maridos adictos a internet pretenden realizar con ellas actos a todas luces degradantes, y eso si hay suerte, puesto que muchas otras se sienten totalmente abandonadas en el plano sexual.
Si damos crédito al artículo, las conclusiones son terribles: internet es un importante factor que pone en peligro la vida sexual de los seres humanos, al menos la de los matrimonios o parejas de hecho. No tenemos ninguna razón para suponer que la historia de Michael no sea cierta, del mismo modo en que podemos confiar en que las declaraciones de algunas mujeres y de unos cuantos “expertos” no se proponen  faltar a la verdad. No obstante, al menos si uno no forma parte de ese sentimiento colectivo del pecado que caracteriza a la sociedad anglosajona, percibimos que hay algo en el artículo que no se adecúa a la verdad, y es precisamente su pretensión de universalidad. No obstante, la lectura del reportaje  nos deja la impresión, una vez más, de que la verdad es un grandioso movimiento de la palabra independiente de cualquier intención de decir la verdad. Todos los testimonios de los adictos a la pornografía que son invocados allí coinciden en afirmar que cada vez buscan algo más, y que de los pechos grandes pasan a los culos grandes, y de los dúos a los tríos y de los tríos a las orgías colectivas, y aún así, a pesar de pasarse horas y horas enganchados a la red, sólo consiguen una cosa: aumentar su insatisfacción. Esa es, en definitiva, la verdad que, sin proponérselo, el artículo nos revela: que en la vida humana toda búsqueda de la felicidad se ve malograda por una imposibilidad interna a la sexualidad misma, y que ninguna mujer, ni siquiera esa mujer a la carta que puede solicitarse en internet,  nos asegura el acceso a una satisfacción plena. Otra conclusión a la que el psicoanálisis ha podido llegar en lo tocante a la verdad, es que ella siempre nos sorprende, porque rebasa la intención del sujeto, quien incluso cuando pretende mentir puede acabar diciéndola.

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