miércoles, 20 de agosto de 2014

Dejarnos enseñar por el autismo* - Tercera parte

* Por Claudia Lijtinstens

Ejemplos de una práctica institucional


La función de “partenaire fuera de toda reciprocidad imaginaria1, diversa al modelo o patrón a imitar que se propone desde la pedagogía, es encarnada por un equipo pluralizado que se acopla, de una manera activa pero a la vez prudente, al trabajo que realiza un sujeto autista en el marco de un alojamiento institucional de día.


Un joven de 15 años, luego de aproximadamente un año de trabajo en la institución -con un lenguaje acelerado y de una modulación aguda y perseverante y con un cuerpo en continuo movimiento- se dirige a sus acompañantes con expresiones que, fuera de sus monólogos ecolálicos, se limitan a lo estrictamente vinculado a los intereses más inmediatos.


Ahora bien, desde el primer momento, algo de lo que repite incesantemente empieza a ser circunscripto por el equipo a partir de la presencia regular ofrecida, una pregunta que acompaña el tocar algunos objetos.


Frente al incansable “¿qué es esto…? que C. enuncia repetidamente se advierte que señala especialmente aquellos objetos “que hacen borde2, que recubren las partes del cuerpo de sus educadores (ropas, adornos, objetos del cuerpo) ritualizándose un juego con el que va nombrando un contorno que claramente arma y delimita un objeto fuera-del-cuerpo3 y que puede plegarse al suyo propio.


Se van diseñando, frente a estos elementos, las primeras escansiones en el dispositivo de trabajo: horarios, espacios definidos, momentos para la realización de actividades (lecto-escritura, cálculo, recreativas), siempre con la presencia sostenida y prudente de un interviniente que modera el balanceo, el baile desenfrenado o la repetición infinita. El recorte espacio y tiempo, anudado a la presencia cercana del educador, produce un marco organizado por donde transitar, aquietándolo.


Otro signo presente es su deambular sigiloso y casi imperceptible por la institución: entra o sale de la cocina, se escabulle de la sala de un taller, se desliza hacia el patio o adentro de la administración y nadie parece percatarse inmediatamente de ello. Y en cada lugar, perfectamente advertido de quien lo ocupa, “extrae algo”. A veces cosas de gran valor, otras de carácter insignificante, pero siempre guarda y esconde esos objetos entre sus ropas.


En ocasiones llena sus bolsillos de piedras, en otras de papeles; a veces lo hace con prendas de vestir ajenas, teléfonos celulares, libros, agendas, etc.


Es entonces ahora esta sustracción la que es elevada a la condición de una verdadera manipulación significante (y no de una mera conducta insidiosa como podría sugerir una lectura centrada en lo comportamental) por medio de la cual el joven introduce un menos como tratamiento del Otro, precisamente en la mirada, a la vez que logra proveerse cierta satisfacción a partir de esa especie de armadura corporal mediante esos objetos.


Algunos meses más tarde se realiza en el taller de plástica la construcción de un muñeco de tamaño real utilizando diversos materiales para cubrir el contorno de ese cuerpo, entre ellos, papeles de diario.


El joven se mostró sumamente fascinado por esta figura, en un primer momento asexuado, participando activamente en su construcción, realizando una singular actividad: al mismo tiempo que aplica –con pegamento- papeles de diario sobre los contornos del cuerpo del muñeco intercala esta acción aplicando, con la misma técnica papeles sobre su propio cuerpo, en una especie de reproducción de la acción de construcción de ese cuerpo en el suyo propio.


De una forma excepcional, el joven realiza este “armado” de un cuerpo, en un trazado que rodea realmente el cuerpo, apelando a este “objeto de síntesis”, a la construcción de un “doble” como forma de suplencia de la relación con aquello que no está, su cuerpo, su nombre, un ideal”4.


Los papeles, en este caso, son hoy los elegidos como objeto de intercambio, de sustracción; circula con bolsas llena de recortes que va escamoteando de aquí y de allá y que lleva y trae diariamente desde y hacia su casa, elementos que se introducen en una suerte de intercambio en la institución: pueden (con mucha dificultad) ocultarse por algunos momentos en un rincón, usarse para algunos trabajos de plástica, confiar su resguardo a algún miembro del equipo en particular, introduciéndose en un circuito que alivia su transitar en la institución.


Es decir, se van diagramando con el equipo, pautas que le permiten ordenarse en la institución pero que no van en la vía de la imposición de una regla “por anticipación” de carácter colectivo, de una norma basada en el sentido común (“En la institución no se permite robar o sacar objetos ajenos”!!) sino que, por el contrario, se estructuran en el sentido de un principio de funcionamiento que da lugar –sin poner en riesgo lo “instituido”- a lo singular de un trayecto : “Aquí, en Avenir, es posible hacer circular los objetos!!”.
1
2
3
4

No hay comentarios:

Publicar un comentario