miércoles, 6 de agosto de 2014
Dejarnos enseñar por el autismo* - Primera parte
* Por
Claudia Lijtinstens
(Psicoanalista
y reside en Córdoba. Miembro de la EOL y la AMP. Miembro fundador de
la Fundación Avenir, para la asistencia y la investigación en salud
mental. Coordinadora clínica del Centro Educativo Terapéutico de
Fundación Avenir. Co-responsable y docente del depto de niños del
CIEC.)
Abordar
el autismo, no desde la perspectiva del déficit
sino poniendo el acento en la especificidad de su sufrimiento, nos
conduce a enfatizar la formación de los practicantes en tanto
capaces de escuchar
lo que ellos tiene para decir,
como operadores que se disponen, antes que a aplicar métodos de
“aprendizaje intensivo”, a dejarse enseñar por los signos más
genuinos de cada niño, localizando su particular modo de encierro.
Se
requiere entonces poner en ejercicio una
operación de lectura1,
de traducción de aquellas
manifestaciones
enigmáticas que irrumpen invasivamente en la vida de estos sujetos
–y en la de sus familias- y que traducen un desarreglo profundo a
nivel del cuerpo, de los vínculos y del discurso.
Si
nos ubicamos en una posición no ingenua, (el autismo es un problema
de complejidad y no simplemente una alteración neuroquímica) es el
mismo sujeto autista quien nos exige volvernos dúctiles e inventivos
para explorar posibles nuevas alianzas entre el sujeto y su entorno,
para construir recursos que le permitan salir del encapsulamiento
e introducir elementos nuevos que posibiliten la localización de un
borde, de una detención de la deriva significante que haga posible
un lazo social más humanizado.
La
arremetida tan generalizada, tanto a nivel local como internacional,
de propuestas político-legislativas que pretenden instaurar una
política estandarizada y
masificante de intervención con los sujetos autistas a partir de una
educación rigidizada y protocolizada-
hacen necesario introducir, primero, una interpretación de lo que
significa el autismo desde la perspectiva del sujeto hablante,
anudado a un cuerpo, para luego establecer algunas condiciones
propicias para su abordaje y tratamiento.
Como la
palabra no
se presenta articulada a un discurso, a un cuerpo, a un lazo social,
el cuerpo mismo es vivenciado
como ajeno, no funcionando como borde o superficie de inscripción.
Estos
cuerpos que padecen del contacto, de los ruidos, de los olores, de
las imágenes, manifiestan un sin
freno
que desregula ese contacto con el otro y no le permiten al sujeto
decodificar los acontecimientos del entorno.
La
palabra, reducida a un desenfreno metonímico sin puntuación -a
distancia del decir y de una enunciación- se reduce a un expresión
sin retórica de ciertos significantes repetidos al infinito, que no
remiten a nada ni parecen estar dirigidos a nadie, un torrente
significante de una continuidad sin puntuación ni separación,
elocuente también de una eternización
del presente en la que espacio y tiempo, como construcciones
simbólicas, se ven profundamente afectados.
Etiquetas:
Autismo,
Clinica con niños
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