miércoles, 30 de julio de 2014
John Caracol Lewis. La creación de un nombre* - Última parte
*Por Gustavo Stiglitz
Donald muestra un modo de hacer con la lengua que produce un tipo de
sujeto, como respuesta de lo real.
Construye con los significantes de que dispone, un artefacto para
nombrar, que a juzgar por su evolución, le permitió invertir sus
limitaciones en efectos de creación.1
¿No es esto gracias a la orientación de los Lewis, que
no frenaron su obsesión?
Pero esta nominación tiene sus límites.
Difícilmente Donald podrá mantener una conversación que haga lugar
a la sugerencia, el enigma, el malentendido. Figuras de la
instalación de la enunciación en lo inacabado del lenguaje, donde
fuga el sentido. Sí será capaz – el informe lo demuestra- de
acopiar los datos necesarios para llevar adelante una carrera
universitaria, o para manejar una lista de nombres propios a los que
adjuntar un número de cuenta bancaria - una cantidad de dinero -
como cajero en el banco.
Un nombre un color, un nombre un animal muerto, un nombre un número
de cuenta. Lo que Donald nombra se vuelve un objeto inanimado, fijo,
idéntico a sí mismo, a diferencia del nombre propio que nunca
termina de nombrar del todo.
En los nombres de Donald no hay ese intervalo vacío, por el cual “un
nombre llama siempre a un complemento”.2
Hay un nombre en más -“Caracol”- resultado del trabajo de un
sujeto que no cuenta con un Otro barrado sino con uno sobre el que no
ha operado la extracción del objeto, opaco, que no sugiere sentido,
que escupe significantes que no llaman a ningún complemento. Este,
“Caracol”, creado por el sujeto, es el que inscribe a cada
elemento en una serie sin ley, en la que no existe la excepción que
hace conjunto. El de los caracoles muertos, por ejemplo.
Si llamamos “obsesión” a este empuje a nombrar, es porque nos
hacemos eco de lo dicho por otro sujeto “autista de alto
rendimiento” – Temple Grandin- que sabiamente afirma: “Mis
obsesiones disminuían mi excitación y me tranquilizaban (se
trataba, desde su infancia, de pensar y diseñar aparatos que
ejercieran una presión placentera en su cuerpo). Las obsesiones
pueden utilizarse de forma constructiva. Eliminarlas es quizá
desaconsejable. Así como un mal hábito que se suprime suele ser
reemplazado por otro mal hábito, lo mismo ocurre con una obsesión.
Una obsesión referida a un tema particular puede llevar a la
comunicación: quizá una comunicación sin interlocutor, pero al
menos un progreso en la comunicación. Con una guía adecuada un niño
puede ser motivado por una obsesión.”3
Resuena aquí el concepto lacaniano de sinthome.
Hay sujetos que nunca salen del autismo lo que no les impide
desplegar algún recurso sintomático para humanizar a su Otro y
crearse su propio modo de estar con los otros.
1
G. Belaga. Las psicosis infantiles: del “autismo” a la
psicotización. Virtualia No 16. Revista digital de la
Escuela de la Orientación Lacaniana. 2007
3
T: Grandin. Atravesando las puertas del autismo. Ed. Paidós
Buenos aires. 2006
Etiquetas:
Autismo,
Clinica con niños
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