miércoles, 26 de marzo de 2014

Autismo: El psicoanálisis ante las declinaciones de la salud mental * - Cuarta parte

*Por Silvia Comastri

Neuronas espejo: ¿Nuevas perspectivas en neurociencias? El origen desconocido del espectro autista y el desconcierto de las investigaciones científicas.
                                                                        “Lo que el mono ve, el mono Hace”
Este es el axioma con el que M. Iacobini encabeza uno de los capítulos de su libro (6) e introduce al lector en el SNE (sistema de neuronas espejos) en tanto complejo neuronal descripto originalmente en monos y hallado también en humanos que se relaciona con nuestros movimientos y que responde de forma específica a los movimientos e intenciones de movimientos de otras personas. Asimismo se cree que este sistema se encuentra en la base de los procesos de imitación y en la realización de formas de aprendizaje por imitación.
Fue en los años 90 en la Universidad de California que se empezó a explorar la relación entre el autismo y el recién descubierto sistema de neuronas espejos. Considerando que el SNE participa en la adquisición del lenguaje, en la comprensión emocional de lo que sucede a los demás y en la empatía. Infieren que existe una disfunción del SNE en los autistas ya que las funciones mencionadas se encuentran alteradas.
Sus más osados seguidores no dudan en afirmar que el descubrimiento de neuronas espejos promete ser a las neurociencias lo que el ADN a la biología.
Consideran al autismo a nivel conductual (tipología) y no a nivel biológico (etiología). No obstante, no dudan en considerar que si bien se desconocen las causas (etiología) del autismo, han avanzado en el conocimiento de las condiciones neurobiológicas.
Lo cierto es que desde Leo Kannner en su descripción de autismo hasta Asperger los científicos han tratado de descubrir la etiología –aún sin confirmar del autismo.
¿Cómo incide este hallazgo en el tratamiento?
Iacobini, Rizzolati (y cols) se plantean el poder pensar en los síntomas del autismo en tanto déficit del SNE en los humanos. Se basan en considerar que las ondas MU cerebrales se bloquean cada vez que una persona realiza una acción o ve a otro realizarla; por ello pensaron en la monitorización mediante encefalopatía como forma de monitorizar la actividad de las neuronas espejos. Según refieren, los autistas solo suprimen la onda MU cuando ejecutan una acción pero no cuando observan la ejecución a diferencia de los sujetos control (sanos) que la suprimen en ambos casos.
De acuerdo a lo planteado, proponen que podría utilizarse la falta de inhibición de la onda MU como herramienta diagnóstica precoz del autismo en la infancia pues al considerar al autismo en términos de déficit, consideran que hay mayores posibilidades de abordar estas conductas con una detección precoz. Incluso han visto como una posibilidad emplear el biofeedback monitorizando las ondas MU de un niño autista y mostrarla delante del paciente. Si el SMN está disfuncionante pero no perdido consideran que el niño podría revertir sus conductas aprendiendo a través de técnicas de feedback visual de ensayo –error.
El SNE se encuentra sostenido en postulados teóricos que entienden al autismo como déficit. La idea de hacer equivaler los estados mentales a estados computacionales tropieza primero con que ambos estados tienen propiedades formales muy diferentes .
Los tratamientos previstos por el vasto conglomerado de las terapias cognitivas- comportamentales se basan en estos supuestos.
El lenguaje, conceptualizado como un sistema separado del sujeto que con el desarrollo se iría incorporando, es el déficit que se atribuye a los sujetos autistas. Los protocolos apuntan al aprendizaje de la construcción de frases simples y al adiestramiento para pronunciarlas en situaciones adecuadas.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Autismo: El psicoanálisis ante las declinaciones de la salud mental * - Tercera parte

*Por Silvia Comastri

El DSM y las variantes de los manuales diagnósticos. Los paradigmas clasificatorios de una psiquiatría muda.
Tal como refiere Paul Bercherie nos encontramos en la actualidad con una psiquiatría posclinámica. Ello se debe a que cotidianamente se profundiza el proceso de reabsorción de la psiquiatría en la neurobiología en pos del cumplimiento de un ideal cientìcista: conseguir que el enfermo no hable. Es el ideal de alcanzar una psiquiatría muda, una práctica psiquiátrica de la pura medicación. Una práctica psiquiátrica en la que bastaría reducir el diagnóstico a una cifra para indicar el medicamento adecuado. Es el ideal al que apunta el DSM y las variantes de los manuales diagnósticos.
La psiquiatría va reorganizando los cuadros clínicos según su eficacia disolviendo las estructuras de la tradición psiquiátrica y psicoanalítica. La psiquiatría actual se quiere estadística, biológica lo cual da cuenta de su afinidad con el discurso de las ciencias. ¿Su norte? La biología molecular. Atrás quedó una práctica donde el psiquiatra alojaba la palabra del paciente. Esta es una nueva psiquiatría en la cual se trata de una exploración que busca rápidamente remitirse al número del gran catalogo internacional de cuadros nosográficos y su correspondiente indicación de numeración de indicación psicofarmacológica.
Desde esta perspectiva, Jacques –Alain Miller advierte que el anhelo del diagnóstico automático es parte de nuestra época. Este diagnóstico se formularía sin que nadie necesite pensar, pero sería suficiente anotar algunos signos. Tendríamos así una maquina de diagnosticar. Nos advierte que estamos al borde de eso. Señala – además – que la utopía del DSM es que hace las impasses sobre el momento lógicamente necesario que permite fundamentar la perennidad de la clínica del diagnóstico y la práctica.


miércoles, 12 de marzo de 2014

Autismo: El psicoanálisis ante las declinaciones de la salud mental *- Segunda parte

*Por Silvia Comastri

El DSM IV establece cinco ítems para el TGD: trastorno autista, trastorno Rett, trastorno desintegrativo infantil, trastorno de Asperger y trastorno no específico. El trastorno autista es explicado de acuerdo a la descripción de L. Kanner. Lo distinguen del trastorno de Rett por el perfil de su déficit y su proporción sexual característica. Este último trastorno solo se manifiesta en mujeres y su patrón característico es el desaceleramiento del crecimiento craneal, pérdidas de habilidades manuales intencionales previamente adquiridas y aparición de una marcha y unos movimientos del tronco pobremente coordinados. El trastorno desintegrativo infantil difiere del autismo infantil por su momento de comienzo: aparece luego de dos años de desarrollo normal. Este trastorno también fue denominado “síndrome de Heller”, “dementia infantilis”o “psicosis desintegrativa”. El trastorno de Asperger no presenta un retraso del desarrollo del lenguaje como en el autismo. El DSMIV lo distingue de la esquizofrenia aunque su descripción resulta similar.
Todos los restantes casos que no se incluyen en estas descripciones son reunidos en el retraso generalizado del desarrollo no especificado. En estas clasificaciones la inmixiòn del autismo psicótico y las perturbaciones autísticas comportamentales van en el sentido de borrar la especificidad de la estructura psicótica – tal como es desarrollada por las teorías psicodinàmicas. El acento esta puesto en homogenizar el tratamiento en pos de conductas adaptativas y eficaces para el desempeño social.
En la actualidad según señalan los seguidores de las T.C.C, El modelo categorial del DSM IV plantea limitaciones .Los avances en el campo de las neurociencias y las investigaciones en el campo de la psicopatología plantean – según refieren - una mirada superadora que se encamina a un sistema de dimensiones basado en un modelo de teoría etiológica, que reemplace al categorial. Un sistema de dimensiones basado en constructos sobre temperamento, personalidad y genética.
En este sentido, según lo ha señalado en los últimos tiempos, Fernández Álvarez, uno de los referentes de las TCC en nuestro país, no duda en afirmar que esto comporta un nuevo desafío puesto que se requerirán programas de tratamiento más flexibles, capaces de ajustarse de manera más singular a los requerimientos de cada paciente.
Tal vez este sea, un punto de encuentro entre profesionales orientados en las teorías psicodinámicas y los terapeutas formados en las TCC: orientarse en un modelo dimensional que deje a un lado un modelo descriptivo, categorial y que aloje las marcas particulares que el sufrimiento presenta en cada sujeto reconociendo los limites de cada práctica . Limites que suponen una dimensión ética capaz de situar que no hay manual de procedimiento que comporte un saber hacer absoluto y hegemónico ya que lo que el manual no contempla es la dimensión del sufrimiento de cada sujeto, lo cual nos exige volvernos dúctiles e inventivos para acompañar al sujeto en la salida de su encapsulamiento haciendo posible un lazo mas humanizado.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Autismo: El psicoanálisis ante las declinaciones de la salud mental * - Primera parte

*Por Silvia Comastri
Perspectiva crítica a las nosografías psiquiátricas actuales.
El suelo fértil que vio nacer a la clínica psicoanalítica no fue otro que el de la clínica psiquiátrica. Es de ella de quien el psicoanálisis se reconoce heredero, al tiempo que –por el original corte Freudiano – también de ella se separa.
Descansar sobre los dominios de la certidumbre, es un pacto con el peor de los conforts: el de la certidumbre intelectual. Entiendo que la práctica profesional debe estar atravesada por un espíritu de revisión constante, independientemente del paradigma teórico que la sustente.
La psiquiatría actual, básicamente en su versión del DSM IV se encuentra sumida en una clasificación de trastornos.
El sistema de evaluación multiaxial propuesto por el DSM IV, implica una evaluación en varios ejes. Cada uno de los cuales concierne a un área de evaluación de los trastornos mentales y enfermedades médicas, de los problemas psicosociales y ambientales, y del nivel de actividad. Tal como aparece referenciado en su introducción, un sistema multiaxial proporciona un formato para organizar y comunicar información clínica y para describir la heterogeneidad de los individuos que presentan el mismo diagnóstico promoviendo la aplicación del modelo psicosocial.
Modos de clasificación que son acordes al discurso de la posmodernidad que intenta capturar a cada cuadro en una clasificación y a cada diagnóstico en un psicofármaco. En este sentido, el DSM IV responde a las urgencias a las que nos convoca el sufrimiento humano proponiendo un modelo categorial.
La psicopatología se ha nutrido en los últimos años del aporte de las T.C. Los seguidores de las terapias cognitivas no dudan en afirmar que a fines de los años 70, el modelo psicodinàmico clásico de abordaje para la depresión entro en crisis y junto con él, el modelo de clasificación psicopatológico vigente (Fernández Álvarez, 2006). En este sentido, no podemos dejar de señalar la revolución nosológica producida a fines de la década del 70 tomando la forma del modelo a teórico y descriptivo que recogió el DSM III.
Esta crisis dejo como saldo que se hizo a un lado la distinción entre depresiones endógenas y reactivas, ya que se arribo a la conclusión que en toda depresión se encuentran ambos Componentes. Fue así como se estableció la distinción entre trastornos unipolares y bipolares. Otra noción reemplazada fue la de neurosis de angustia por el de trastorno de ansiedad con sus respectivas clasificaciones.
Hubo además un borramiento de los términos de psicosis y autismo. El DSM III (1981) abandona la noción de psicosis en la infancia dada la rareza de la evolución de las patologías precoces de la infancia hacia las formas de psicosis adulta. Crean en su lugar el término de “Persuasive Developmental Disorders” (trastornos generalizados del desarrollo) para nombrar las desviaciones del desarrollo de numerosas funciones psicológicas fundamentales implicadas en la adquisición de actitudes sociales y del lenguaje. A partir de entonces predominan el criterio adaptativo y el enfoque terapéutico educacional. En 1987 este esquema es revisado y propone dos tipos de TGD: el trastorno autista-según la descripción de Leo Kanner- y TGD (no específico) que toma como criterio diagnóstico el trastorno comportamental.