miércoles, 5 de marzo de 2014
Autismo: El psicoanálisis ante las declinaciones de la salud mental * - Primera parte
*Por
Silvia
Comastri
Perspectiva crítica a las nosografías
psiquiátricas actuales.
El suelo
fértil que vio nacer a la clínica psicoanalítica no fue otro que
el de la clínica psiquiátrica. Es de ella de quien el
psicoanálisis se reconoce heredero, al tiempo que –por el original
corte Freudiano – también de ella se separa.
Descansar
sobre los dominios de la certidumbre, es un pacto con el peor de
los conforts: el de la certidumbre intelectual. Entiendo que la
práctica profesional debe estar atravesada por un espíritu de
revisión constante, independientemente del paradigma teórico que la
sustente.
La
psiquiatría actual, básicamente en su versión del DSM IV se
encuentra sumida en una clasificación de trastornos.
El
sistema de evaluación multiaxial propuesto por el DSM IV, implica
una evaluación en varios ejes. Cada uno de los cuales concierne a
un área de evaluación de los trastornos mentales y enfermedades
médicas, de los problemas psicosociales y ambientales, y del nivel
de actividad. Tal como aparece referenciado en su introducción, un
sistema multiaxial proporciona un formato para organizar y comunicar
información clínica y para describir la heterogeneidad de los
individuos que presentan el mismo diagnóstico promoviendo la
aplicación del modelo psicosocial.
Modos de clasificación que son acordes
al discurso de la posmodernidad que intenta capturar a cada cuadro en
una clasificación y a cada diagnóstico en un psicofármaco. En
este sentido, el DSM IV responde a las urgencias a las que nos
convoca el sufrimiento humano proponiendo un modelo categorial.
La
psicopatología se ha nutrido en los últimos años del aporte de las
T.C. Los seguidores de las terapias cognitivas no dudan en afirmar
que a fines de los años 70, el modelo psicodinàmico clásico de
abordaje para la depresión entro en crisis y junto con él, el
modelo de clasificación psicopatológico vigente (Fernández
Álvarez, 2006). En este sentido, no podemos dejar de señalar la
revolución nosológica producida a fines de la década del 70
tomando la forma del modelo a teórico y descriptivo que recogió
el DSM III.
Esta crisis dejo como saldo que se hizo
a un lado la distinción entre depresiones endógenas y
reactivas, ya que se arribo a la conclusión que en toda depresión
se encuentran ambos Componentes. Fue así como se estableció la
distinción entre trastornos unipolares y bipolares. Otra noción
reemplazada fue la de neurosis de angustia por el de trastorno de
ansiedad con sus respectivas clasificaciones.
Hubo
además un borramiento de los términos de psicosis y autismo. El
DSM III (1981) abandona la noción de psicosis en la infancia
dada la rareza de la evolución de las patologías precoces de la
infancia hacia las formas de psicosis adulta. Crean en su lugar el
término de “Persuasive Developmental Disorders” (trastornos
generalizados del desarrollo) para nombrar las desviaciones del
desarrollo de numerosas funciones psicológicas fundamentales
implicadas en la adquisición de actitudes sociales y del lenguaje.
A partir de entonces predominan el criterio adaptativo y el enfoque
terapéutico educacional. En 1987 este esquema es revisado y propone
dos tipos de TGD: el trastorno autista-según la descripción de Leo
Kanner- y TGD (no específico) que toma como criterio diagnóstico
el trastorno comportamental.
Etiquetas:
Políticas en Salud Mental
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