miércoles, 3 de agosto de 2011

“Gracias por-venir” * - Tercera Parte



* Trabajo presentado como “Cartel Fulgurante” en la “Jornada de Carteles” de la EOL - 2008 (Eje temático: La práctica analítica en la ciudad. El Psicoanálisis aplicado y los dispositivos asistenciales; Más uno: Edit Tendlarz; Integrantes: Lorena Di Masso, Evangelina Fuentes, Gastón Gómez, Cecilia Mastropierro, Ana Oldecop, Claudia Varela, Ezequiel Weitzman, Victoria Zucchi)

Pueden pensarse los talleres, entonces, como un espacio y un tiempo acotado que permite cierto anclaje, un dispositivo de referencia para esta “población”[1] que en su mayoría -al decir de Foucault en Historia de la locura-, sí se han caído del mundo. Y si no del mundo, por lo menos se han caído del tiempo. Aquí nosotros, psicoanalistas, somos quienes desde nuestra ética, nos prestamos para que estos sujetos se sirvan de nuestra presencia y logren encadenar lo desencadenado[2].
Albergamos el discurso acerca de un saber de estos sujetos; somos lo que ellos encuentran cuando, abandonando lo crónico, extienden el pie o la palabra más allá de la frazada[3]. Esta metáfora, usada por Freud en el contexto de la neurosis, pareciera cobrar particular relevancia en estos talleres del Borda. Si la realidad de nuestros pacientes ha sido suplida por otra y el vínculo con cualquier alteridad ha sido abandonado, en un pronóstico médico de cronicidad inexorable, somos nosotros quienes, con un estar y dejar circular, alojamos su testimonio, nos dejamos enseñar y explicar el sentido precioso de sus certezas y hasta recibimos “la pelota” que nos tiran. Esto es lo que Lacan plantea en tanto le suponemos una verdad a lo que dicen y a lo que hacen: nos dejamos sorprender[4].
Nos resulta interesante compartir con ustedes la manera en la que nos sorprendió un paciente del servicio, después de tres años de funcionamiento de los talleres, cuando dejó de arrastrase por la pared de siempre para tomar la pelota que había rodado a sus pies; se integró a la ronda y comenzó a tirar la pelota siempre al mismo coordinador. No hay palabra, no hay discurso, hay un gorgojeo profundo cada vez que toma la pelota y la vuelve a tirar.
Es ante estas situaciones donde no nos queda otra que ver cómo el sujeto del psicoanálisis solo se encuentra y se halla allí donde hay un otro que no juzga, que no lo valida. Otro que lo acompaña, que se sorprende, que lo escucha.[5]  Suponerle un saber a un paciente crónico es justamente llevar el psicoanálisis allí donde “todo está perdido” y pareciera que sí “se puede caer uno del mundo”[6] y ofrecer un fort-da[7] inaugural donde lo crónico no solo existe, sino que se “croniciza”.


[1] M. Foucault: “La nueva separación”, en Historia de la locura en la época clásica, Tomo II, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2003, pp. 107 y 108
[2] J. Lacan: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, en Escritos 2, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 564
[3] S. Freud: Gesammelte Werke (OC); “Das Unbehagen in der Kultur”, Tomo XIV: Werke aus den Jahren 1925-1930, Fischer Verlag, Frankfurt am Main, 1999, p. 447
[4] J. A. Miller: “De la sorpresa al enigma”, en J.-A. Miller y otros: Los inclasificables, Paidos/ ICBA, Buenos Aires, 2003, p. 19
[5] Ibídem.
[6] S. Freud: Gesammelte Werke (OC); “Das Unbehagen in der Kultur”; Tomo XIV: Werke aus den Jahren 1925-1930; Fischer Verlag; Frankfurt am Main; 1999; p. 422
[7] S. Freud: Gesammelte Werke (OC); “Jenseits des Lustprinzips”; Tomo XIII: Jenseits des Lustprinzips/Massenpsychologie und Ich-Analyse/Das Ich und das Es; Fischer Verlag; Frankfurt am Main; 1999; pp. 12, 13, 14 y 15.

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