AME de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. (AMP)
Director de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL)
Ahora bien, volviendo al tema que nos convoca, cabe señalar que vivimos en una época obsesionada por la imagen, por la imagen del cuerpo.
Es una época donde casi todo se da a ver, hay cierta obscenidad. Basta prender la televisión y encontrarnos con programas de marcado corte exhibicionista que nos invitan a gozar de manera voyeurista. Gran Hermano es eso: unos pocos exhibicionistas que por el goce de ser mirados y por el dinero como plus goce se ofrecen para que todos seamos voyeuristas.
La pulsión escópica llevada a la dimensión del paradigma.
Bajo estas coordenadas, la mujer cumple una función muy especial. Cabe la pregunta ¿qué hace que estos síndromes afectan más a las mujeres que a los hombres? Algo que no pasa con el consumo de drogas o con el alcoholismo, pero sí en las bulimias y anorexias.
Una respuesta posible en la perspectiva del psicoanálisis tiene una apoyatura estructural. Las mujeres tienen una mayor dificultad de identificación sexual.
Si seguimos a Lacan o a Freud, puede sostenerse que la importancia en exceso que algunas mujeres le dan al cuerpo es una compensación por la falta fálica.
Basta con encender la televisión o con ver en algunas revistas la oferta que se hace de la mujer delgada (casi anoréxica) y conforme a la belleza de época.
Una mujer exuberante decía en una historieta: “Qué suerte que tuve de encontrar un pintor como Fernando Botero”. Es encontrar un Otro que le da el valor fálico a ese cuerpo excedido en carne.
Para la mujer el cuerpo mismo se construye como falo, por eso es que la mujer es más proclive a estos síndromes.
La modernidad ha convertido a la mujer, con su delgadez, en una mercancía. La mujer se presta a ser una mercancía en el mundo actual, tanto en su valor de uso como en su valor de cambio. De esta forma encarna los valores actuales, que se imponen también a partir del mundo de la moda.
El paradigma son las modelos o aquellas mujeres mediáticas que dejan entrever el precio que pueden llegar a tener.
Esta lógica se ve muy bien en las publicidades que transmiten que para ser un hombre exitoso hay que poseer tal auto para tener tal mujer, o teniendo tal o cual tarjeta de crédito tendrá tal mujer y tal auto.
Nunca se muestra una mujer que no esté acorde a los ideales de la época.
Es la lógica del mundo mediático actual, que las revistas de los ricos y famosos se encargan de propagar a través de una estética en la cual no hay nadie feo. Casi se podría decir que, para estos, los feos no existen.
Cada época tiene una forma de vivir la pulsión y de ofrecer sus ideales.
La particularidad del mundo globalizado es que todo se puede ver, que todo se puede saber. Hace años, las páginas de “pro mía” y “pro ana” no podían existir porque no existía Internet, entonces existía la histeria del liceo de señoritas al que hace referencia Freud. Pero hoy una anoréxica de Buenos Aires puede compartir su forma de goce con una de Japón, Francia o Londres y así se puede crear una red de transmisión respecto de saber acerca del goce, como compartir un saber acerca del goce. Así se constituyen, Internet mediante, una red de tribus urbanas globalizadas
Para finalizar ¿de qué modo se puede trabajar en la clínica?
Bueno, me parece una pregunta central: tomando al sujeto en su particularidad, haciéndolo hablar y escuchándolo de tal forma que posibilite que esa forma de goce se constituya en un síntoma para él, es decir, que se transforme en algo que lo moleste.
Una forma de goce suele ser una solución, no es un problema, a lo sumo puede ser un problema para el otro, pero no siempre para el sujeto.
Hay que recordar que el síntoma posee una cara de solución, de satisfacción, pero no debemos olvidar que también tiene una cara problemática y de sufrimiento.
Los sujetos que están en análisis suelen entrar por la puerta del malestar, por lo problemático del síntoma, por el sufrimiento que le produce a él y no al otro. Entonces, se trata de atravesar el umbral que va desde el “yo soy tal…” a “yo tengo tal síntoma”, es el pasaje de una mala solución a un verdadero problema. Es decir, no es una clínica del para todos, es una clínica del uno por uno. Lacan tiene una frase, que nos orienta, en un texto que se llama Televisión donde dice “el discurso analítico es una salida al discurso capitalista siempre y cuando no sea para pocos”, es decir, que muchos puedan acceder al discurso analítico.
Es, si se quiere, un imperativo ético para nosotros los psicoanalistas ofertar el psicoanálisis frente al malestar del mundo contemporáneo.
Lo mejor que le puede pasar a un adicto consumidor del mundo actual es encontrarse con un psicoanalista, ya que lo va a escuchar en su singularidad, no lo va a ubicar en el conjunto universalizante donde será un número estadístico y en el que por lo tanto no tendrá un nombre. El psicoanálisis, por lo menos en la orientación lacaniana, va a tratar de que ese sujeto se encuentre con su nombre, el nombre que tiene como sujeto del goce, y que lo constituye en un sujeto singular.
Esto es lo tiene el psicoanálisis tiene para ofrecer, lo cual no es poco en absoluto.
Por eso los laboratorios productores de psico-fármacos y sus socios ven al psicoanálisis como un enemigo, pues está a contramarcha de la ideología dominante del mercado.
Hoy el psicoanalista no puede ser más el psicoanalista nostálgico que añora el tiempo del reinado del nombre del padre, hay que adecuarse a la época. Tiene que soportar ser un objeto dúctil que puede ofrecer una opción digna para hacer frente al malestar actual.
Su ductilidad no es un problema técnico, es una cuestión conceptual, es sin estándar pero no sin principios. Un psicoanalista lacaniano es alguien que afirmado en los principios puede sostener una práctica no estandarizada.
Para terminar de responder a su pregunta diría: no retrocediendo ante el real que la modernidad nos presenta como problema.
Si nosotros retrocedemos un paso, ese espacio lo ocupan las neurociencias y las TCC, es decir los enemigos del psicoanálisis.
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