miércoles, 6 de julio de 2011

El cuerpo de la angustia* - Quinta Parte

*Por Daniel Aksman (AP- EOL)

El cuerpo Real y la angustia

En el seminario 10 Lacan descompone el nivel especular y construye uno nuevo. Retoma el estadio del espejo complicándolo con el modelo óptico de los dos espejos, cóncavo y plano, donde puede ubicar los puntos de encuentro entre la experiencia orgánica y la imagen. Por efecto del espejo cóncavo la imagen del objeto que se produce es una imagen real, pero la mirada del sujeto no alcanza a ver el objeto, sólo puede ver esa imagen real a partir de un espejo plano, que producirá una imagen virtual de esa imagen real con la cual el sujeto se identificará y le permitirá un cierto dominio imaginario de su cuerpo a partir de identificarse a esa gestalt especular.
Luego Lacan agrega la idea de una ilusión producida por el lenguaje que permite que la relación funcione o no. A continuación toma de Freud la noción de zonas erógenas del cuerpo, localizadas en los agujeros del organismo,  de tal manera que son las experiencias de goce las que hacen de bisagra entre el organismo y la imagen. Aparecen los “objetos a” “naturales”, los objetos parciales de la tradición analítica: pecho, heces, falo, y agrega la voz y la mirada.  M.H. Brousse[1], subraya que es el espejo plano del lenguaje el que permite que los “objetos a” sean ubicados dentro del hueco del vaso dependiendo de cómo esté situado el espejo. Aparecen como objetos separados, extraídos del cuerpo fragmentado, separados por el lenguaje  y ubicados en el Otro. Aquí la dimensión del Ideal, instancia simbólica constitutiva del yo ideal, es fundamental porque instala la ficción de una totalidad desde donde el sujeto puede verse, como visto por el otro,  que le permite una satisfacción en tanto los objetos sean vistos como dentro del Otro, en el marco especular. Es la función que permite no reducirse a un cuerpo sino a constituir un cuerpo erotizado.


[1] Marie-Helen Brousse. “Cuerpos lacanianos: novedades contemporáneas sobre el estadio del espejo.” Colofón 29

(Artículo parcialmente publicado en el "Aperiódico Psicoanalítico")

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